jueves, 30 de diciembre de 2010

Despertar de una larga siesta

31 de diciembre

Una tarde que parecía noche o una noche que no parecía tanto, cómo saberlo cuando estás un tanto dormido y un tanto despierto.
 Primero debo decir que descubrí, me descubrí, acostado en una cama en medio de una gran habitación. No era el único ocupante de la sala. Había otras personas, pero no era un hotel. Era una sala de un hospital o sanatorio. Pronto recordé que estaba o tendría que estar en un sanatorio. Apenas me podía mover, sentía los pies, podía mover los dedos bajo las sábanas. Había luz encendida todo el tiempo, acepté que era de noche.
Una enfermera me observó de lejos y se acercó: hola, estás despierto –dijo. La miré sonriendo y contesté afirmativamente.  Ella se dirigió a la enfermería que estaba enfrente y trajo una gasa, me limpió los labios o me los mojó, no sé bien el objeto de que me pasara la gasa húmeda. Supongo que eran mis primeras gotas de agua. Pues me dejó un vaso y me aclaró: cada tanto te vamos a mojar los labios, pide cuando necesites más. 
Como no sabía bien donde estaba ni la fecha le pregunté a la mujer vestida de blanco. Ella contestó: es miércoles 31. Miércoles 31 de diciembre, y estás en CTI. Al fin despertaste. Quédate tranquilo que tus familiares en un rato más vienen a visitarte. A veces esperan afuera, pero vienen todos los días –me aseguró.
Quise seguir preguntando: ¿desde cuándo estoy aquí?, ¿porqué no recuerdo algunas cosas?, y un largo etc. Pero parece que todo tiene su tiempo y debía esperar. Miré las sábanas blancas y el paso tranquilo de otros enfermeros que pasaban por allí y me dije: esto es como ir al municipio, se requiere mucha paciencia para esperar y ser atendido, para escuchar las explicaciones de los funcionarios o para entender todas las vueltas que dan para hacer un simple trámite, en fin para cumplir su horario de trabajo y recibir un salario por ello.
Poco a poco se llenaban las sinapsis de preguntas y al mismo tiempo surgían, como a borbotones imágenes… que no eran las respuestas.  Estas visiones no eran muy coherentes pero allí estaban. Otras cosas que pasaban eran muy elocuentes y muy lógicas. Eran entendibles y por mí notadas, observadas desde mi particular y especial punto de vista, es decir, desde la posición de decúbito dorsal sobre el lecho de la cama frente a una de las entradas del salón, que supe era el Centro de Terapia Intensiva, más conocido como CTI.  Era lo que me explicó la enfermera y no tenía porqué dudar al respecto.
Sentía la garganta como seca, tenía escalofríos, y algunas cosas más. Era claro que aún estaba sin poder controlar mi temperatura corporal, pues de a ratos tenía frío y súbitamente sentía calor. Las sábanas estaban casi sueltas y no había frazadas a la vista.
Recordaba haber tenido un accidente, que había chocado contra una camioneta, pero no estaba claro hacía cuanto que había ocurrido eso. Lo importante parecía ser que estaba vivo. Cada enfermero que ingresaba a la sala preguntaba si yo era el del accidente en moto del 24 o preguntaba, ¿cómo te hiciste las fracturas? Sentía los dos miembros superiores vendados y algo de dolor, para lo cual me explicaron tenían calmantes y bastaba que les pidiera para que ellos me aplicaran una dosis de calmante.
Había despertado, ¿pero cuánto había dormido? Simplemente esperé que las cosas fueran pasando, alguna cara conocida vendría en algún momento. Alguien vendría, mi esposa, alguien… No estaba apurado, pues parecía que todo estaba bajo control, no el mío pero estaba bajo control.  
Al lado había dos personas más en sendas camas, sobre albas sábanas como las mías. Uno de ellos, que alcanzaba a ver, pues estaba en la cama inmediatamente seguida a la mía, a mi izquierda, tenía la cabeza vendada. Tenía los pies muy pálidos, como fríos, quizás como yo los tenía también, aunque no los veía, a los míos, por estar tapados todo el tiempo.
Esto era interesante, estaba en un CTI como paciente, no como enfermero. Estaba viendo el mundo desde el otro lado del mostrador. Era toda una experiencia que fui investigando, fui razonando dentro de lo que pude. Pues por momentos surgían unas imágenes que eran confusas, extrañas. No parecían tener sentido, parecían películas proyectadas sobre la pared o los techos. Algo andaba mal. Pero no quise preocuparme por eso. Sin embargo algo de duda se fue colando por el poco foco de razón que me parecía tener en ese momento. Dejé o quise dejar los pensamientos a un lado e intenté cerrar los ojos. Aunque quienes se acercaban decían: “Por fin despertaste”. No sabía qué contestar. Sentía que me despertaba de una larga siesta. 
                                                                                                          Pedro Buda 2010

sábado, 4 de diciembre de 2010

Firmemente creo

En este día puedo volver a escuchar al grupo Pareceres… Estoy disfrutando del tema Tendrías que llegar. En medio del silencio previo entró un Picaflor y revoloteó en el cuarto, lo tomé como un signo de buena suerte, de buen augurio.
Siento que en mí surge una suerte de felicidad porque terminamos el trabajo final de Fundamentos, Objetivos y Técnicas de la Investigación Periodística. Es para mí la última materia. El idioma es un agregado que uno debe cumplir pero que no hace a la esencia de la carrera.
Realmente fue muy bueno trabajar con Nelson Daniel Gasparick… Le propuse pensar juntos un proyecto de redacción de notas para publicarlas en un blog. Veremos si sale esa idea.
Se van cumpliendo las metas que me propuse al comenzar el año y doy gracias por eso.
Pude, en esta parte del año, contactar a algunos antiguos compañeros del colegio Nacional, lo cual, es también bueno. Por medio de Facebook pude hallar a otra gente o se dio que ellos me encontraron y bueno, es así la vida. Algunos leyeron mis cuentos y otros están con ganas de hacerlo, lo cual me da una gran satisfacción.
A casi un año del accidente estoy muy vivo y con muchas ganas de vivir. Doy gracias por la dicha de estar vivo. A Dios y a la gente que me ayudó de una u otra forma. El 24 de Diciembre quedará grabado en nuestras memorias como un día de “renacer”, como una nueva oportunidad, como un volver a empezar.
A principio del año cuando recién llegué a la casa y puse mis manos sobre el teclado, cuando aún tenía los yesos en los brazos quise seguir escribiendo y seguir dejando huellas, y, con paciencia, con esfuerzo, con dedicación y mucha polenta eso se fue dando. La voluntad es una fuerza poderosa. Las ganas de la “gente bien” que me acompañó fue una energía extra; la gente que desde lejanos lugares me acompañó con sus oraciones y con su buen deseo, creo, firmemente creo: me ayudó.
A todas esas personas le doy las gracias, por acompañarme, por sus palabras de aliento, por sus generosas palabras, por su simple sonrisa y paciencia.
A mi esposa quiero agradecer infinitamente por la gran paciencia. Paciencia para luchar con lo que me pasaba, para soportar mis quejas, mi dolor, para lidiar con mis frustraciones, con la casa y la vida de todos los días. A ella le debo un GRAN GRACIAS.
Cada día paso por la misma esquina que me vio tirado en el pavimento y digo, es bueno poder seguir cruzando la calle.
A un año de todo eso…. Sigamos adelante.
A veinte días del 24 de diciembre, arriba la vida.
Black Horse, seguramente, estará como nueva a cargo de un nuevo dueño. Gira la vida… como una calesita, dice el dúo Vivencia.
Suena AC DC en los parlantes de la PC y sigo dejando huellas…
El rock and roll está vivo, porque el rock es energía que fluye y maximiza nuestras propias vidas. (Qué frase…)
Sigamos soñando amigos, que el principio de las concreciones son nuestros más caros sueños. Sin soñar no creemos en que es posible, sin sueños no es dable imaginar las partes que conforman el todo, y mucho menos hacer lo necesario para lograr armar el rompecabezas que supone cada paso en la vida, cada creación.
Firmemente creo que debemos seguir soñando, que es posible creer, que es posible seguir, que es posible hacer… un mundo mejor… como dicen tantos músicos y gentes bienintencionadas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cuento: Un Mundo de Fuego



  En mi barrio se escuchan las sirenas, una y otra vez. Y siempre ocurre lo mismo. Un hombre sale a la calle corriendo… Tiene como unos sesenta años y sale disparando por un largo pasillo hacia la calle. Es un vecino, pero desconozco su nombre. Sé que vive cerca, a dos casas de la mía.
      Una vez me acerqué a preguntarle por qué lo hacía. Por qué salía corriendo cada vez que oía una sirena de bomberos. Él me miró, de arriba abajo, y luego se dio media vuelta y se fue, sin decir absolutamente nada. Si su comportamiento me importaba algo, antes, no lo sé, pero desde aquella actitud, sí. Era, desde ese instante, el ser más raro por mí conocido. No hablaba, pero de un modo incomprensible, para mí, él lograba comunicarse. No sé muy bien con quien, pues jamás vi a nadie hablar con él, pero observé ciertos gestos –diría, casi involuntarios- que representaban una suerte de conjunto de signos. No sé si es o no así, pero parece.
      Cada vez que suena una sirena él sale. Y desde aquella vez que coincidimos, hemos vuelto a vernos varias veces. Busco encontrarlo, ver qué hace y por qué lo hace. Pero mi investigación lleva casi dos años, sin que arroje ningún resultado. Estoy a punto de desistir de esta casi locura compartida de salir a la calle cada vez que una sirena de bomberos se escucha pasar.
      La curiosidad es un asunto complejo, un tema que podría dar para escribir libros, pero mi curiosidad particular no creo que signifique nada para nadie. A quien puede importarle el por qué un hombre de unos sesenta años sale cada vez que se escucha una sirena y, tras ver cruzar el camión, se vuelve - como aliviado- a su casa.
     Quizás le importa saber si el camión viene hasta su casa y al comprobar, que no es así, regresa tranquilo a sus labores. Pero eso no parece algo lógico. Sin embargo, qué es lo lógico del comportamiento de este ser que tras escuchar la sirena sale corriendo a la calle y luego se vuelve, lentamente, a su rutina.
    Obsesionado con el tema, comencé a preguntar a los vecinos. Cada uno me fue dando alguna opinión pero nunca un dato que explique o ayude a contestar mi pregunta. 
    Han pasado casi dos años, como mencioné más atrás. Pero, la vida tiene sus vueltas. Y así, hace apenas un par de horas, comentando con un compañero de trabajo sobre el asunto, me mencionó que se acordaba que hace unos treinta años atrás, una familia completa, había perecido en un voraz incendio en esta zona. Fui a investigar en los periódicos viejos y descubrí que había ocurrido un gran incendio, ciertamente, unos treinta y cinco años atrás, en esta cuadra. Había fallecido toda una familia y, al parecer, no había quedado ningún sobreviviente. Seguí buscando en fechas posteriores y no logré registros. Pero al vigésimo día del incendio, una noticia daba cuenta de la aparición de un niño, sólo y que no hablaba en cercanías de la casa quemada. El cual llevaba en sus brazos un muñeco de peluche. 
    El niño fue a dar a un centro de atención de menores, pero nunca se consiguió que hablara. Observé la dirección y coincidía, exactamente, con la casa de donde salía este hombre. Quizás, probablemente, fuese el niño aparecido en aquella oportunidad. Pero quién era, por qué estaba allí. Cómo había construido una casa donde se había quemado la otra. Por qué seguía allí, a quién esperaba o porqué seguía en ese lugar. Tal vez era ese su mundo. Un mundo que lo atrapó en su niñez y del cual no pudo escaparse nunca. Cómo saberlo. Pero algo me decía que esta investigación debía darla por terminado. De lo contrario sería, yo mismo, otro atrapado en ese mundo de fuego.
Pedro Buda 2007

sábado, 20 de noviembre de 2010

Un nuevo blog

Deseo presentar mi nuevo blog, donde mostraré notas periodísticas mías, o noticias que aparecen en otros medios y por los cuales tengo interés.
Haz clic en el título de esta entrada y te redirigirá...
La dirección es:
http://blogsdelagente.com/huellasdepedrobuda/
pebuwar2

lunes, 20 de septiembre de 2010

Una nota sobre la comunidad Toba

Resulta interesante esta nota sobre la comunidad Toba en Formosa. 

Cliclear sobre el título para acceder a la nota.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Dato para escritor/a novel

Esta página es muy interesante para quienes estamos iniciándonos en esto de la escritura. La página es www.escritores.org el enlace lo tienes con el título.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Rincón Bomba


Rincón Bomba
Hace un tiempo atrás leí una nota que daba cuenta sobre la masacre de Rincón Bomba, Formosa, en el año 1947. Quise conocer sobre el tema  pero accedí a poco material. Un tiempo después descubrí que  dos docentes que tuve en el secundario (Marta Kaplán y Delia Riobóo) habían realizado una ponencia sobre el tema, y a partir de ello O. Van Bredam realizó una novela que hoy puedo leer, pues tengo un ejemplar.
Pero esa historia de discriminación no termina, hoy en el 2010 siguen habiendo noticias en los medios sobre la lucha de estas personas por sus derechos, a una vida digna, a un lugar en la tierra, a su tierra.
Hay un documental que trata el tema y cuyo título es "Octubre Pilagá, relatos en el silencio”, hay información sobre el tema en http://cincoweb.uca.edu.ar/index.php/informaciongeneral/2-nota/94-el-cine-recupera-del-olvido-una-matanza-aborigen
Esta entrada quiere ser una contribución a la difusión del tema, simplemente eso.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Letra Ñ

Territorio ñ
Este blog aparece en la lista de blogs de http://www.laplumaafilada.es

La Blogoteca - Participo en la categoría: Cultura y Tendencias

Premios 20Blogs

martes, 31 de agosto de 2010

Cuento: El café de Gurbindo



El café de Gurbindo


Hay un sin fin de rituales en nuestra vida social, el reunirse a beber café es nuestra práctica diaria, sea invierno o verano. Todo comenzó hace casi treinta años atrás, cuando empecé a trabajar con unos sacerdotes en su casa parroquial.
Recuerdo que era el mes de Abril del convulsionado año 1976 cuando me presenté a pedir trabajo. Expliqué que precisaba un empleo, que tenía conocimientos en reparación de artefactos eléctricos y que me defendía en la cocina también. Recuerdo que hacía frío ese otoño, pero fue el inicio de una travesía por un mundo desconocido hasta entonces.
El encargado de mantenimiento del convento se jubilaría ese año y buscaban alguien que se ocupara de las tareas. Me tomaron a prueba y ayudaría en la cocina los fines de semana. La paga era buena y, además, me dieron una habitación para vivir allí. Desde entonces han pasado muchos años. Allí conocí al “flaco” Gurbindo, el ayudante de cocina que trabajaba allí desde los ’60. Hace un par de años que se jubiló. Su apellido es de origen vasco y fue "gurbiondo", es decir, gurbiote árbol. Es un arbusto de una madera de alta densidad y tiene una particularidad que de algún modo se relaciona con el flaco, su fruto comienza a fermentar en el árbol, por lo que contiene cierta proporción de alcohol, es comestible y se utiliza para preparar agua ardiente y jaleas. En esto está el parecido con el flaco, estaba a punto de fermentar en muchas ocasiones.
El “flaco” fue ayudante de cocina toda una vida. Su hermano había trabajado como cocinero por veinte años, y él lo acompañó hasta su muerte. Tras la desaparición física del hermano, Gurbindo quedó en un estado de tristeza casi, casi permanente. Por eso la hora de compartir el café era también, el de compartir recuerdos, vivencias y anécdotas. Parecía no haber lugar para el futuro en sus conversaciones. El vapor del café se colaba entre las anécdotas y estimulaba más y más recuerdos de un pasado que no dejaba escapar.
El olor a café recién molido siempre me recuerda aquellas siestas de tertulias y café. El “flaco” realizaba la molienda cada vez que hacía café.
Los fines de semana cuando terminaba de cocinar, el “flaco” Gurbindo empezaba a girar el molinillo y rato después, seguía toda la ceremonia. Mientras los sacerdotes y los hermanos de la congregación aún estaban comiendo, la atmósfera de la cocina y el comedor adquiría, poco a poco, un tono casi irreal. Después el volumen de las voces decaía, se apagaba y desaparecía tras el último hermano que salía de la sala. Quedábamos solos en medio de los ecos y nuestras respectivas tazas. Allí compartíamos una cervecita y el café.
Un día, le pregunté al “flaco” por qué seguía moliendo, si había café molido de muchas marcas, incluso de los granos que él usaba.
-Pero es que… no se compara. Tomar esta infusión no es sólo eso. La magia está en prepararlo, en disfrutar cada parte del proceso. Lo aprendí con mi hermano y en medio de esta comunidad de curas –me contó. Sabés –continuó- el café está muy relacionado con los curas que tenían que tocar las campanas de noche. Antes, en las iglesias, se tocaban las campanas cada hora. Y es distinta la forma de tocar al medio día que a otras horas. Lo cierto, sin embargo, es que para mantenerse en vela, consumían café.
Para nosotros, el “flaco” y yo, el beber café era un tiempo para disfrutar de una charla amena. Él me contaba historias de cómo eran las cosas cuando él era joven, de cómo vestían de pulcro traje para ir a los bailes.
-Mi hermano y yo íbamos a bailar a un lugar que estaba cerca del Palacio Legislativo, ahora hay un bailongo, pero no es lo mismo. Era otra cosa. Nos peinábamos, todavía, con gomina en ese tiempo. La camisa blanca almidonada, era regla. La vieja que planchaba aquí nos daba una mano, nos quería mucho ella. Nosotros salíamos con la ilusión de encontrar una pareja y bailar toda la noche, pero la cosa no era así de simple. Mi hermano siempre ligaba algo, yo era menos afortunado, pero tenía mi arrastre, aunque no lo creas. No siempre estuve así. (Decía esto con cierta voz apagada, pues comprendía su estado de abandono, pero también que esa era su decisión, y de un modo u otro exigía respeto por eso. Algo que ayudaba a comprender eso del amor al prójimo, más allá de sus apariencias y que aprendí en el convento.)
Cuando contaba sus anécdotas le brillaban los ojos y hasta un lagrimón se desprendía del rostro de ese hombre que parecía inmutable. Creo que el tiempo de tomar nuestras tazas de negro líquido, eran los únicos momentos que se permitía ser él mismo. Bajaba la guardia, en ese breve lapso de tomar dos tazas…y tres cigarrillos.
Eran otros tiempos esos de compartir un café y cigarrillos, hoy es casi un pecado y todo transcurre con demasiada prisa. Lo cierto es que cada vez que percibo el aroma que, hoy surge de una máquina Express, manejada por un nuevo compañero de trabajo -llamado Daniel- recuerdo el café de Gurbindo.
Pedro Buda 2010

viernes, 27 de agosto de 2010

Agosto Agosto

Viajes… partidas y bienvenidas
Agosto… te acordaste de tomar la “caña con ruda” el 1º de agosto. Algunos dicen que son 7 tragos… No importa, lo interesante de la creencia popular es que tomar caña con ruda el 1º de agosto espanta los males de invierno.
En la página http://www.siempreformosa.com.ar/final.php?id=6883 bajo el título: Caña con ruda, se lee “Las virtudes de la caña con ruda trascienden el exorcismo de las enfermedades, para transformarse en un rito de propiciación, y en una vacuna contra el mal de ojo y la mala suerte para todo el año.” Lo cierto es que la costumbre está muy arraigada y se practica cada año. Quizás es como la vacuna contra la gripe que importamos del primer mundo, pero como siempre, nuestros ancestros ya lo sabían antes que el hombre blanco.
En la ciudad de Formosa este año se celebró la 13ª edición de la “Caña con Ruda” y sobre el tema informaba el diario La Mañana , la nota puede leerse en la siguiente dirección:
http://www.lamanana-online.com.ar/edic_ant/nota.php?str1=2010-julio-30&seccion=locales&id=14
Fecha. (30/07/10), bajo el título: “Organizan festival de la Caña con Ruda”
Este agosto despedimos Alberto Soto, un uruguayo que supo querer la tierra formoseña y quien la dedicó hace unos años una canción al escritor Mario Bejarano.
Agosto es tiempo de partida, de viajes y bienvenidas. Pude volver a recorrer rutas argentinas y sentí ese placer de ver tanto verde con sus mil matices de dicha expresión de la vida, de la esperanza…
También deseo compartir con los cybernautas que estoy leyendo
Rincón bomba de Orlando Van Bredam y Judíos en Formosa “Una historia centenaria (1909- 2009) de quien fue mi profesora en la escuela secundaria Marta kaplan. Ambas lecturas son muy recomendables porque tanto sea desde la ficción como de la investigación aportan datos para conocer, comprender, aprehender la tierra de largas siestas e interminables tererés, la Vuelta Fermosa.

lunes, 2 de agosto de 2010

Finales de una larga carrera

Como publiqué anteriormente en este blog hace años inicie una carrera, la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Bueno, estoy en las últimas etapas de dicha carrera y es una emoción importante.
Además quiero compartir que próximamente subiré nuevos cuentos...

sábado, 19 de junio de 2010

viernes, 18 de junio de 2010

Relatos breves-menos




Ronquidos
Tomó la pipa y bajó para descubrir el origen del ruido. Llegó al pie de la escalera y se percató. El oído le estallaba. Sus movimientos fueron más rápidos que su pensamiento. Tomó el hacha y le cortó la cabeza. No volvió a oír los ronquidos de su mujer.
Pedro Buda 2004

Un hombre en la pintura
Observó el cubo de madera donde la mini pintura mostraba la puerta hacia el verde campo de las minas. Notó como un punto avanzaba hacia él. Le pareció increíble al principio. Nítidamente, venía un hombre desde el fondo de la pintura. Tomó un alfiler y lo sujetó en su andar.
Pedro Buda 2004

Era la puerta
Durante años había buscado la puerta. Al fin descubrió que estuvo delante todo el tiempo. La imagen se movía circularmente como un ciclón. Era la puerta, después de tantos años. Dejó de teclear y se introdujo lentamente hacia el otro lado de la pantalla. Nadie supo más de él.
Pedro Buda 2004


Mi Buda sentado
Con su incansable paciencia me miró por años. Un día, movió su cabeza de yeso y dijo: "Es hora de empezar a caminar". Dio media vuelta y se fue. Mientras procuró los primeros pasos balbuceó: "Te enseñé todo lo que pude". Mi Buda sentado desapareció. Todo cambia, pensé.
Pedro Buda2004


Cielo e infierno
Los cuerpos, enmarañados en la superficie de hierro y bronce, parecen decir lo mismo que mi padre solía repetir, una y otra vez: "Cielo e infierno todo está en este mismo lugar." El tango, los tipos de ayer, todos lo sabían. Sin embargo, nosotros cada día fingimos no saber.
Pedro Buda 2004


Él, reloj
Este reloj es de lo más compinche. Cambia de hora a mi voluntad. Cuando estoy cansado, se mueve hacia atrás. Cuando no llego, se mueve hacia atrás. Cuando tengo hambre, corre en sentido horario. Hoy, no sé por qué, está en las diez menos cuarto. ¿Será que alcanzó conciencia propia?
Pedro Buda 2004

jueves, 17 de junio de 2010

Más cuentos: El de la 7






Cuando entré miré en derredor, busqué con la mirada algo que me indicara dónde preguntar por el paciente, a quien iba a acompañar, esa noche.
Félix es el nombre del paciente –dije a la enfermera que me atendió tras una puerta de madera y vidrio opaco. Es el paciente de la cama 7 –dijo. Está al final del salón del lado izquierdo. Un gran salón –me dije. Conté unas 14 camas que correspondían, seguramente, a 14 pacientes; pero faltaban algunos. Sin embargo, las sábanas descorridas decían que en alguna parte, no muy lejos, debían estar.
El hombre que ocupaba la número 14 estaba reclinado, con el tronco un poco elevado, en medio y al final de las dos filas que formaban las otras camas, a un lado y otro del salón. Desde allí dominaba todo el panorama. Sabe quien entra y sale del salón o del baño, que está a su izquierda, pues la cabecera está en oposición a la puerta de entrada del gran salón.
Un gran ventanal, tras él, ilumina el tercio posterior del salón. Entra la luz de los focos de la calle, y las sombras de las ramas de los árboles, como manos, se proyectan y parecen jugar sobre la superficie interior.
Unos pasos van o vienen, cada tanto. Se escuchan ligeros, en el silencio de la noche. Entran o salen, pero apenas llegan al tercio primero, y allí se detienen... giran a la derecha e ingresan a la enfermería. Tras las cortinas desaparecen por minutos u horas, sólo algunas sonrisas se escuchan, cada tanto. Luego salen y recorren las distintas camas, observando a cada paciente, entregando las palabras justas de aliento, a todos por igual.
Cada tanto se escuchan pasos transitando el pasillo principal, pues hay uno accesorio entre las camas que delimitan la entrada al baño y otro entre las que demarcan el ingreso a la enfermería. Según uno se va acostumbrando al ruido del lugar, puede reconocerse el andar de cada paciente; puede saberse quien se mueve, incluso sin mirar. Unos hay que arrastran los pies de modo que pareciera que nunca levantasen los pies, otro, sin embargo, tiene en el ruido -y por ende en el andar- un ritmo, un compás característico. Uno dos tres... unos dos tres... se detiene, abruptamente, y luego sigue. El paciente parece tambalearse en el aire, su figura flaca, escuálida como una vara de tacuara, parece bambolearse con la brisa del aire de afuera, que si bien no penetra, se hace sentir por el ruido, que sí se escucha, ante tanta cercanía. Lo cierto es que el hombre no se cae y llega hasta su zona, hasta la señalada en la pared por un gran número escrito en negro sobre un plástico cuadrado, sujeto a la pared sobre la cabecera de la cama. Dicho número, que identifica a la cama, es para muchos, también, el modo de registrar a la persona, que parece perder sus nombres y apellidos, sus distinciones de persona para adquirir una nueva identificación, un número. Así es como Félix Gilberto De Armas, por ejemplo, pasa a ser “el de la 7”.
En algunos nosocomios privados, donde las salas albergan a tan sólo 2 pacientes, éstos son identificados por números, como el de la 706 o el de la 707, que coincide con el número de habitación. Así Miguelito, el hijo del almacenero Velázquez, pasa a ser “el de la 706”.


lunes, 17 de mayo de 2010

Imagenes del Viaje de Regreso - Final de travesía


Imágenes del Viaje de Regreso - Parte II

Todas las imágenes fueron registradas por  mí con una pequeña  cámara. 



Imágenes del Viaje de Regreso





imágenes del tercer día de viaje - Parte III





Imágenes del tercer día de viaje - Parte II






Todas las imágenes fueron registradas por Walter Rotela

Imágenes del tercer día de viaje - Parte I


Imágenes del segundo día de viaje - Parte II




Imágenes del segundo día de viaje - parte I





Imágenes del primer día de viaje





sábado, 15 de mayo de 2010

VII Agradecimientos


A mi hija por creer en mí y por el apoyo en el emprendimiento. A mi esposa, por alentarme en los desafíos, aunque solicite siempre rever cada decisión, cuidarse al máximo. Me dijo así: “No avances si estás cansado”. Una madre es madre aún cuando no se lo proponga, y de todos los que están a su alcance. A mis familiares los Soto, por el aliento y por facilitarme los mapas tan necesarios y útiles para organizar cada tramo del viaje. Por comunicarme con la buena gente de Salto, quienes me brindaron un apoyo incondicional tanto a la ida como a al vuelta. Gracias Julio, gracias Rosario. Gracias a los amigos de ellos que me hicieron sentir como uno más y me aceptaron en su mesa. A mi familia de la Vuelta Fermosa que comprendió que la vida se hace en el camino, en el viaje y que, no soy más que un producto de una familia de aventureros, que a su manera, como Silvio Pablo –mi abuelo materno- recorrieron caminos antes que yo. A la gente que encontré en el camino y que fui nombrando en el transcurso de este relato y que compartió conmigo sus historias, sus anécdotas, su sentir respecto a tantas cosas que no he podido dejar impreso en estas otras huellas de mis pensamientos, en estas “Líneas paralelas”. Walter Rotela

VI De regreso


Nuevamente alas 8 de la mañana, volví a subir a Black Horse. Me acerqué al cordón de la vereda, me puse el casco mientras mi hermana sacó una foto mientras dejaba escapar algunas lágrimas, como ocurre cada vez que nos despedimos. Era tiempo de regreso a Montevideo. La noche anterior había llovido. La temperatura a las 8 era ideal para iniciar el viaje. Sin embargo, esa misma noche, a 400 kilómetros de allí, me enteré mirando el informativo que en mi ciudad natal, habíase registrado la mayor temperatura del país, lo que fue 50 grados centígrados, y la sensación térmica llegó a 53 y más. Suerte que no lo sentí por haber salido de mañana temprano y tras una noche de lluvia. Las despedidas son siempre muy emotivas, por ello intenté acelerar apenas pisé el asfalto. Tendría todo el tiempo sobre la ruta para repasar la estadía, los afectos, las conversaciones, las charlas, los momentos compartidos. Pero cada kilómetro que recorría me insumía concentración. Igualmente, pude disfrutar el viaje. Ver el paisaje nuevamente era como repasar colores. Percibí en esa soledad la presencia de mi hermana, de mi madre, de mi padre, de esa tía cómplice con quien compartí, como otras veces, el pan dulce y el champagne o vino espumante, para ser más preciso. A media mañana descubrí un frondoso árbol y cargué combustible bajo su sombra. A pocos kilómetros de allí, estaba el otro árbol bajo el cual descansé en el viaje de ida. A mediodía llegue a la entrada a la ciudad de Resistencia y almorcé en un snack bar de una estación de servicio ubicada sobre la ruta perimetral de la ciudad por el lado norte. El parador cuenta con aire acondicionado lo que significa una importante ventaja. Allí escuche una canción que me recordó el asado compartido con los amigos de mi hermana, con el sonidista y su esposa, el otro integrante de la banda “Carlitos”, al popular “Checha”, al médico de la guardia y la joven que lo acompañó, a otros que estuvieron allí. Fue un momento importante porque pude conocer de cerca lo que ellos pensaban sobre su ciudad, su música, sobre lo que querían para ellos mismos… Pensé que son jóvenes que trabajan y estudian, lo que logran con su laburo invierten en equipos, en mejoras para su banda y son artífices de sus logros, sin esperar que todo venga de arriba, del poderoso sistema… Vi en esos jóvenes, esa noche, la esencia de otros que aprecié en videos que están en You Tube, que buscan mostrar su arte, su música, suman trayectoria y experiencia. Vi sus ganas, su capacidad de escucha, de asimilación de lo que hay en el mundo. Están al tanto de lo que pasa n el mundo, por amigos que se han ido, por la Internet, por lo que se ve en TV, no existe más el aislamiento, están conectados, están, cada día más integrados, pero no es fácil,, igual, salir adelante con proyectos. Lo cierto es que sueñan, juegan y concretan nuevas realidades, incluso, aunque tímidamente, van dando voz a otros, que por medio del artista, hacen oír sus voces. La siesta me encontró nuevamente en Empedrado. Busqué otro lugar para descansar, otra sombra y tras refrescarme continué la marcha. Los descansos fueron de mayores en cantidad pero más breves en duración. Kilómetro a kilómetro fui trazando un rumbo y rescatando otras huellas. Incitando a otros viajeros a compartir sus historias de caminos. Así llegué de tarde ala estación de Saladas. Antes hice un descanso bajo unos frondosos árboles bien altos y con abundante sombra. A ambos lados de la ruta, habían casas a esa altura de la ruta. Unas tres casas de muy humilde construcción, que enmarcaban el paisaje. A cada lado del sitio de descanso, unos hombres y unos niños cantaban o chillaban corriendo, como parte de un juego. Unos hombres mayores, ancianos, estaban sentados a la sombra de un árbol jugando naipes y contando algunas anécdotas. Se les podía oír claramente desde donde yo estaba. Sus voces retumbaban en la espesura de los árboles, de pequeñas elevaciones de tierra al costado del camino. En la estación de servicio a la entrada de Saladas, dos grandes motocicletas con chapas del Brasil llegaron conducidas por dos hombres vestidos totalmente con ropas de cuero negro. Uno de ellos de unos 50 años y el otro de unos treinta y pocos. Todo el que estaba en la estación se acercó para ver las motocicletas, para sacarles fotografías, y yo también. No eran más que dos aventureros como yo pero en unas motos más grandes. El sueño del pibe. Eran dos maravillas, grandes, vistosas y de aspecto muy cómodo. Los conductores se refrescaron en el parador, bebieron un par de bebidas al fresco del aire acondicionado, como cada uno de los otros visitantes llegados de distantes lugares. La voz del conductor de la televisión que sonaba dentro del bar parecía tan monótona que invitaba a descansar, a relajarse. El regreso no parecía tan interesante como la ida. Pero cada vuelta, cada curva, cada árbol nuevamente visto tenía un matiz diferente. Lo que noté cuando crucé la ciuda de Corrientes en la que viví por varios años. Quise comunicarme con una antigua amiga, pero no logré. Supe por el esposo que estaba de viaje y por ende no pude verla. Era como una especie de puñal, una herida que empezaba a sangrar. Me sentí un tanto triste en ese recorrido, hasta llega a la ciudad de Empedrado, donde volví a disfrutar, otra vez, del camino. Pero las huellas son las huellas. En el camino volví a ver a los empleados de estaciones de servicio que me reconocieron. Y fue bueno decirles adiós. La belleza de los campos verdes en esa zona era muy reconfortante. La meta del día era la ciudad de Mercedes, a donde llegué a esos de las 20 horas. Antes hice un aparada en la zona del camping y lugar de devoción del gaucho Gil. Era de tarde, el sol bajaba presuroso. La zona de camping estaba casi desierta. Pocas personas armaban sus carpas. Algunas mujeres vendían en los puestos sobre la ruta. Era ese el lugar más concurrido. En tanto que en el predio del camping poca gente quedaba. Gran cantidad de basura, botellas, vasos y bolsas eran la prueba suficiente de la inmensa cantidad de gente que había estado participando de la festividad en el día del santo y la semana entera. Una estación de Policía estaba a pocos metros del tinglado donde está la imagen del Gaucho, a cuyo costado está la cruz. Dos uniformados llegaron en una camioneta, minutos después que yo e hicieron una recorrida por la zona. Saqué mi máquina de fotos y recorrí el lugar también. Entretanto pensé sobre la posibilidad de armar o no la carpa que traía conmigo. Cabía también la posibilidad de hospedarme en el mismo hotel que durante el viaje de ida. Pasados unos 15 minutos comprendí que estaba muy cansado, que los baños estaban cerrados y no había un lugar donde comprar algo para comer. Era mejor, decidí, llegara la ciudad de Mercedes, Sin embargo, aproveche para visitar el estudio de la radio de FM del gauchito Gil, la 96.1. Pude registrar con la cámara fotográfica la cantidad de placas de agradecimiento, las chapas de automóviles, los banderines y cintas rojas con inscripciones de agradecimiento, las velas que se derretían y los vestigios de la multitud reunida. En el acceso al santuario la cantidad de locales de venta -es decir puestos ambulantes, de venta, techitos hechos con toldos y armazones de caños- era importante, abundante. En ellos había desde cintas para solicitar ayuda hasta otras de agradecimiento, estatuillas, recuerdos de visita, refrescos, comida, ropa y más. Estos locales de venta hacen que la entrada al sitio de veneración esté bien visible al venir por la ruta, pero hace difícil la circulación, el acceso y egreso, en un día de la semana festiva. El cansancio se hizo sentir, cada vez más. No lo pensé dos veces y me dirigí a Mercedes. Pude ver en el camino que había dos lugares más para acampar, pero la carencia de árboles los hacía poco favorables para dicha actividad, sin embargo, la cantidad de basura acumulada en sectores indicaba que hubo buena afluencia de personas. Cerca de Mercedes, es decir, cerca de la entrada pude ver carteles de pequeños hoteles, hospedajes, cantinas y almacenes, que de no ser por la actividades entorno a la imagen de Gil no tendrían sentido que estuviesen allí, uno piensa en un momento, pero no. No es así. En el acceso a Mercedes todo estaba tranquilo. Eran casi las 20 horas, había personas caminando, otras trotando o haciendo gimnasia como lo que vi la vez anterior. Me quedó claro que la gente aprovecha las inmediaciones de la ruta de acceso a la ciudad para esparcirse, practicar algo de deporte en horas de la tarde, cuando el sol lo permite. Grandes silos que se ven pocos kilómetros antes de la ciudad y después del Gauchito dan idea de la actividad agropecuaria de la zona, también contribuye a ello al exposición y venta de maquinarias en la calle principal de acceso a Mercedes. Sin embargo, el turismo es otra de las actividades, dado el buen número de autos de distintas partes de la Argentina que se ven circular por al ciudad, dentro de los cuales se ven personas de distintas provincias, a juzgar por su aspecto y formas de hablar. Hay en la zona distintas actividades que convocan al turista en distintas épocas del año a la región, como son la Fiesta Nacional del Chamamé en Corrientes, la Fiesta del Carnaval en Esquina, la Fiesta del Carnaval de Frontera en Paso de los Libres; la Fiesta Nacional del Pacú en Esquina; la Fiesta Nacional del Surubí en Goya en Abril- Mayo y un largo etc. donde se suman las fiestas religiosas, todas ellas posibles de conocer por medio de por ejemplo la pagina Web: www.turismocorrientes.com.ar/fiestas-eventos.htm La noche avanzaba, el sol se ocultaba lentamente. El regalo era un sol cayendo sobre los pastizales, lo que daba al paisaje un tinte amarillento casi rojizo con un techo de azul claro, no libre de nubes, pero esparcidas. Al llegar al hotel, el saludo con los presentes allí fue cordial, una clara bienvenida. La habitación que me tocó era la misma que la vez anterior. Enseguida me reconocieron y el trámite fue mucho más ágil que la otra vez. La cena fue diferente, pues concurrí a una pizzería que estaba sobre la calle principal frente a la Terminal. Desde una mesa en el patio pude disfrutar no sólo de lo que ocurría en la terminal sino de lo que hacían los jóvenes al pasear por la calle principal. Al regresar al hotel vi en el escaparate de uno de los locales de venta -aún abierto en la terminal- un conjunto de imágenes del gaucho Gil y un librito con la historia o leyendas del mismo. Dicho texto narra la leyenda del gaucho Antonio Gil y de otros que conforman la mitología de la región. Munido con este texto y otro que me regalaron en Formosa, intenté acercarme al pensamiento, a las costumbres y al quehacer de las gentes de la región tan asociada a Artigas, al prócer uruguayo que tan bien recordado es en Entre Ríos y Corrientes. Black Horse quedaría en la vereda como antes. El mismo joven que antes, se ofreció para cuidar el vehículo. Agradecí nuevamente y pude darle una propina al día siguiente. La noche afuera estaba calurosa, pero dentro de la habitación el aire acondicionado permitía descansar tranquilo. Hasta los mosquitos parecían dormirse, pero de apoco. La noche pasó sin novedad. El amanecer tenía algunas nubes oscuras esparcidas, a un lado y otro, del gran techo azul. El aire estaba límpido, tranquilo y apenas una suave brisa movía los pastos. Pronto llegué a la zona de veneración de san la Muerte y continué sin detenerme. Rato después llegué a un puente donde la banquina era más extensa, un camino partía desde allí hacia un lugar llamado Baibiene. En ese punto cargué combustible y disfruté de la belleza de la vista, del aire y el sol, del pasto apenas mojado por el rocío de la noche anterior. Un poco más de andar y llegué a una estación de servicio. El colorido era de un marrón pedregoso, amarillo rojizo y verdes claros que se extendían desde arroyos pequeños hacia los lados. El pasto seguía amarillento, corto, la lluvia llegaría pronto, pues las nubes estaban danzando en derredor. Cada tanto se veían cortinas de lluvia, perplejos, aún muy lejos. En la estación de servicio, me detuve a desayunar. Cargué combustible en el bidón de reserva. Fui a buscar al gomero para que revisara las ruedas que estaban bajas, pero aún parecía dormir. Sin embargo se levantó, en realidad ya se había despertado –comentó. Sentí que la moto tenía cierto movimiento lateral, quizás el viento incidía. Incluso el gomero confirmó que las ruedas tenían aire demás. Tuvo que desinflarlas un poco. Creí conveniente compartir con el hombre el desayuno, en gratitud por su colaboración. El cual consistía en unas cuantas chipas de fécula de mandioca, elaboradas por mi madre para que tuviese para el viaje. Fue una buena idea. El lugar de trabajo del gomero era también su vivienda, muy humilde por cierto, pero en kilómetros a la redonda no había otra y quizás es un medio de vida que le permite subsistir. Su vivienda tiene un alero de chapas de cartón que hace las veces de taller, de techo para las herramientas, hace las veces de área de descanso. Este hombre, era la encarnación de esa idea de que, en derredor de una estación de servicio puede nacer un poblado. Un rato después de verificar que todo estaba en orden volví a subir a Black Horse y proseguí. Volví a cruzar por la zona algo lúgubre y de caminos en mal estado que días atrás había cruzado en sentido contrario. Era de día y no tuve mayor dificultad. Había lugares con arbustos de apariencia seca, con un pasto amarillento muy ralo que hace pensar en los paisajes africanos. Sobre las 10:15 horas llegué a la zona del cruce de ruta de la 119 con la 14, o sea la zona de acceso a la ciudad de Curuzú Cuatía. Allí descansé y vi mucha gente tomando refrescos, litros y más litros de agua. El sol, las piedras sueltas por la construcción de la nueva ruta 14, es decir, el trazado paralelo, hizo de ese tiempo y espacio, un momento agitado. A eso se le sumó el importantísimo tráfico que había, camiones, autos, tractores tirando zorras cargadas de naranjas y limones. Muchos, muchos camiones circulando en un sentido y otro. Los operarios que trabajaban en la construcción del tramo paralelo de la Ruta 14 lucen anteojos oscuros en su mayoría, además de ropas claras para contrarrestar el sol. Los conductores que manejan las moto niveladoras que esparcen la cal usan tapaboca como los operarios que están sobre el piso, todo esto incrementa, seguramente, la temperatura corporal y se deshidratan con mayor velocidad. Esta ruta será como una duplicación de la actual, permitiendo más espacio y menos peligrosidad, los que vienen en sentido contrario lo harán por una vía paralela separada por un cantero central; similar a lo que ocurre con un tramo de la ruta 1 en Uruguay. Sobre la motocicleta, si bien el calor se siente, quizás parece menos por el viento, a menos que la zona de ruta sea más al norte, donde el aire parece fuego en los días de verano. Pasando le medio día, un poco después del medio día me detuve en una estación de servicio. Tenía una disyuntiva en ese momento, almorzar allí o llegar al parador cercano a Mocoretá. Como todo parecía tranquilo, venía bien y el motor respondía más que bien, la temperatura parecía estar bien, proseguí hasta Mocoretá. El lugar, además ya lo había conocido a la ida a Mercedes –meta del segundo día de viaje a la ida a la Vuelta Fermosa. Llegué a ese lugar un rato después y en vez de ir al parador, opté por conocer el snack-bar de la estación. Había milanesa en dos panes y era suficiente para mí. Utilicé los buenos baños del lugar, refresqué mi alma, además de mi cuerpo. El calor era imponente. ¿Por qué eso de refrescar el alma?... pues porque en el refrigerado sitio había un hombre que tras iniciar una charla relacionada con la carrera que se llevaba a cabo al sur del país, nos metimos de lleno a hablar de mi viaje y de las motos que había tenido esa persona, un tipo joven, que había realizado viajes como los míos, con motos similares. Pero me aclaró, que sus viajes fueron de menor distancia, pero con las mismas ganas que le parecía tener yo. Compartimos nuestras anécdotas. Él había viajado por la Mesopotamia Argentina, junto con un amigo. Había salido en busca de unas cataratas que cortan el río de forma longitudinalmente, no las más conocidas que lo hacen de modo perpendicular. Años atrás había oído hablar de que existían esas cataratas y ahora, esta persona me contaba más sobre el sitio. Las cataratas sobre el río Uruguay se ubican paralelas al cauce del río; pero –según relató- no pudieron acceder a las mismas. Lo irónico es que estuvieron a escasos 100 metros de la costa, pero no pudieron llegar debido a la maleza, a los pastizales muy altos que hay en la costa, el sotobosque alto era impenetrable para ellos en las condiciones de anegamiento, además, en que estaba todo. Le tocó días de abundantes lluvia pero querían llegar, mas no pudieron y tuvieron que regresar sin llegar a la meta. Lo bueno de la conversación fue compartir el gusto por recorrer los caminos montados en motocicleta. Ambos estábamos en la mediana edad, él tomaba una cerveza y yo una gaseosa, porque tenía que seguir conduciendo, en tanto que él, volvía a Mocoretá, a 5 kilómetros de allí. Mi motocicleta estaba, como la vez anterior, bajo la sombra del gran techo de la estación de servicio. Un ómnibus esperaba en la puerta del parador a un grupo de personas que terminaba de almorzar. Pasaban del local refrigerado al cálido aire del ambiente, y de allí al ómnibus, también con aire refrigerado. La siesta invitaba a descansar; pero debía seguir, me faltaban unos 100 kilómetros para la meta del día, la ciudad de Salto, en la República Oriental del Uruguay. Sentía que llegaría temprano a la ciudad, esta vez. Había descansado al almorzar en ese lugar refrigerado. El camino, la tierra, el paisaje era todo y más de lo que esperaba; pero faltaba poco por llegar a tierras charrúas. Sentía que debía empezar a despedirme de las tierras argentinas. Claro que no me parecía tan emotivo como cuando, en horas de la siesta también, cruce por tierras de la ciudad de Corrientes. Esa ciudad donde viví durante un poco más que un lustro, donde hice amigos nuevos, trabajé, donde tuve mi primer emprendimiento laboral. También desde allí partí a mi primera aventura de viaje, cuando fui a Jujuy en el ’87. Allí se gestó la idea de crear ficciones, escribí mi primer cuento y colaboré con un programa radial de una emisora alternativa. Corrientes fue mi segunda patria chica, mi segundo nacimiento se dio allí. Porque uno nace cuando se redescubre a sí mismo, y lo hacemos siempre. Nació mi vocación literaria y el gusto por la comunicación de medios, y cuyo estudio tomó forma después en Montevideo, aunque las primeras averiguaciones las hice en Corrientes. Era el principio de lo que luego di forma en tierras charrúas. Quizás es cierto eso de que Corrientes tiene payé. Uno no la olvida, así por que sí. Corrientes es hogar de amigos y amigas que supieron compartir momentos buenos y malos, duros, tristes, amargos y también llenos de alegría y ricos de esperanza. Algunos los he vuelto a encontrar en la red de redes. En Corrientes se comparte el mate, se conversa por horas, se estudia, se disfruta la música y se tejen sueños que no se rompen por el paso del tiempo, maduran quizás, pero se conservan. Esa es la magia del Taragüí. En eso iba pensando mientras recorría los últimos 50 kilómetros de camino, antes de la represa de Salto Grande, de la frontera, del río. A cada lado del camino se veían plantaciones de árboles frutales, cítricos, arándanos –todos protegidos por una doble fila de eucaliptos o coníferas. Su inconfundible fragancia hacía del recorrido un paseo, un exquisito paseo más que un simple andar por un camino. Esa es la sensación que produce andar esos caminos entrerrianos. Una copia, casi, de lo que se da a la misma altura, del otro lado del río. Son lugares privilegiados por la naturaleza, no me cabe la menor duda. Es claro que toda la zona tiene mucho para dar y hay personas con capacidad y ganas de emprendimiento para trabajar dichas tierras. Aunque, también hay oportunistas, como algunos que explotan la tierra y a los trabajadores, pagándoles sueldos miserables, teniéndolos como esclavos, según tuve la oportunidad de escuchar de boca de trabajadores gaviotas en zonas de Corrientes y Entre Ríos, durante el transcurso del mismo año 2009. Pero esa es otra historia, aunque no menos importante. Además de plantaciones de citrus hay apiarios, actividades ganaderas, se produce gran cantidad de productos artesanales comestibles y de adornos. Una muestras hay en cada estación de servicio que hallé en el camino, pero hay un lugar que destaca en el entronque de la 14 y donde se exhiben cueros curtidos, miel, dulces, y quien sabe qué mas. En plena tarde llegué a la primera estación de servicio del lado Argentino de la represa. Tomé la última merienda, compré el último vino y me dejé deslizar en la moto, en bajada, hasta la represa, hasta el control aduanero. El calor aún estaba presente. Eran las 5 de la tarde, cuando llegué al control. Lentamente me acomodé en el estacionamiento. Había gendarmes apostados por el camino, entre la estación de servicio y la represa. Mientras me sacaba el casco, dos personas se aproximaron a mí. Uno era un periodista con micrófono en mano y el otro un camarógrafo de un medio local. Me requerían para una breve nota. Accedí. Me preguntaron que pensaba sobre los cortes de ruta que se disponían a hacer unos piqueteros, ciudadanos entrerrianos. La respuesta fue concisa. Dije que los piqueteros tienen el derecho a hacer su manifestación; pero también el resto de las personas tenemos el derecho de por circular libremente por los caminos. Tras recorrer el mostrador de la gendarmería, seguí con la parte de Aduana, la revisación de bolsos y del vehículo. El agente era orieundo de Formosa, era como una despedida hecha a medida. Me hicieron bromas los jóvenes agentes por la distancia recorrida en mi motocicleta, lo que provocó sonrisas en los pocos presentes ahí. Minutos después, Black Horse cruzaba la represa, el aire estaba impregnado de aromas a eucaliptos, a coníferas. Desde la represa vi cómo el río se extiende a uno y otro lado, las dos riberas, los dos países, los dos pueblos que un día decidieron trabajar juntos y lograron esta maravilla de ingeniería hidráulica. Cuanto más –se me ocurrió pensar- podrían lograr si emprendieran juntos, en vez de pelear, proyectos comunes, que sirvan a todos, más allá de los vecinos. El gasoducto es un caso, pero hay mucho, mucho más para hacer juntos, en común. La actividad turística es muy importante, puede se más efectiva aún, por ejemplo. La ciudad de salto surgió entre las colinas, agradable, tranquila, mansa. Como conozco la ciudad, simplemente me dirigí a la casa de mis anfitriones salteños: Julio y Rosario. Era una tarde calurosa, muy calurosa. Mis anfitriones habían organizado un asado junto a sus amigos y estaba yo invitado. La sed se calmaría con cerveza, como debe ser. Y quise de algún modo compartir algo con los comensales. Traía harina de maíz para preparar una sopa paraguaya, así que cuando trajimos las cervezas también conseguimos cebollas y queso, además de leche. Quise convidarlos con una comida típica paraguaya que se consume en su zona de influencia. Es una torta salada cuyo principal ingrediente es la harina de maíz, a lo que se le agrega cebolla, queso, leche, sal y aceite. Una especie de fainá –dirían los comensales esa noche, en Daymán, ciudad de Salto. Durante la cena algunos probaron de primera, otros sugirieron que habrñia que agregarle pimienta y otros condimentos. Todos, sin embargo, esa noche disfrutamos de una agradable cena, asado con ensalada, chorizos… La comida fue la excusa ideal para reunirse y compartir. Una sana costumbre. Pensando sobre eso, esa noche, antes de dormir, me dije a mí mismo, que era la frutilla de la torta en la aventura que había empezado el 2 de enero de 2009. Eran unas verdaderas vacaciones, con reuniones de amigos, paseo por lugares maravillosos dentro del Uruguay y de Argentina, descanso del ruido habitual y de la rutina diaria. Se terminaba otra etapa del viaje. La noche estaba cubierta por una gruesa capa de nubes, pero las esperadas lluvias se seguían haciendo esperar. Era el comentario de la jornada. Entre chorizos y asados, se discutió sobre el tema, pues esta gente recorre los campos y comentó que veían animales muertos por doquier, que la gente debía perforar más profundo para hallar el vital elemento. Contaron de las aguadas secas, de la tristeza en los campos, de la gente que esperaba lluvias en la primera quincena de enero. Al día siguiente, recorrería mis últimos 500 kilómetros de viaje. Estaba agotado, pero muy feliz. A las 7:45 de la mañana volvió a sonar el despertador del celular. La línea argentina se interrumpiría en instantes más y sólo quedaría la línea uruguaya. Una despedida más. Empezaba la última jornada de regreso. El aire estaba templado a esa hora de la mañana, los colores que no pude ver la noche que llegué a Salto -en el viaje de ida a la ciudad de la Vuelta Fermosa- ahora sí. Pude disfrutar de todo lo que la oscuridad de la noche impidió. Tanta maravilla de colores que me propuse volver y recorrer con calma cada sitio, cada lugar en las costas orientales del Uruguay a la altura de Salto a Paysandú. Un viaje imperdible, inevitable, seguramente muy conocido por muchos. Quise conocer la meseta de Artigas, pero distaba a unos 15 kilómetros de la ruta, y era un camino de balastro. Pensé que me demoraría y no fui. Fue, desde ese instante, algo pendiente por conocer. También la Gruta del Palacio en cercanías de Trinidad. El Uruguay, siempre lo digo a los amigos y conocidos, tiene tanto para ver y disfrutar en tan pocos kilómetros, es un país con tanto para ver dentro de cortas distancias. Tan es así que hay un hombre, que lo recorre a pie, lleva en una carretilla todos los elementos indispensables y empuja, cada día algunos kilómetros más, su carretilla. Muchos son los que lo han visto, lo han ayudado o le han acercado algo para comer. Muchos comentan a una emisora de alcance nacional sobre su paradero cuando lo ven, en alguna de las rutas uruguayas. Cuando pasé por Andresito, mucha gente esperaba al Pepe Guerra en su última presentación como solista, ante la posible reunión con Braulio López, tras muchos años de no actuar juntos.

V La Vuelta Fermosa


La ciudad atardecía lentamente, el calor no se apagó sino hasta la media noche. Del equipo de sonido brotaban las notas de viejos blues de Ray Charles. Raro… pues tanta gente pasa el día escuchando chamamé o cumbias en estas zonas. Pero en la casa de mis padres, vive también mi hermana que gusta escuchar y tocar blues y rock. Y tiene, además su banda, con quien interpreta lo que llaman “puro rock formoseño”. Su grupo se llama Deeperblack y suena en radios locales, según me contó. Parece que hace un tiempo los jóvenes formoseños tienen una importante movida. Y en You Tube cuelgan videos que van experimentado… Pude ver videos de chicos que hacen fusiones de folklore y rock, chamamé instrumental, coplas y rock, y un largo etc. La tranquila vida de la Villa fue rotando a lento, pero continuo movimiento de ciudad fronteriza. Las FM pululan hoy en día. Hay sistemas de televisión por cable y satelital, estos inundan con nuevas propuestas y eso estimula el crecimiento, además las propuestas jóvenes son, cada vez mejor recibidas por programas realizados en al misma ciudad. Los jóvenes que viajaron a otras ciudades o provincias, se enriquecieron viendo otras posibilidades y al volver intentan darle un giro al modo de vida local. Muchos lo hacen, algunos inciden más que otros; pero la ciudad crece en habitantes, con personas que vienen de todos lados y eso también ayuda ampliar los gustos. Los que vienen traen sus costumbres, sus modos de hacer y eso también incide, es una ida y vuelta permanente. Más allá de los lineamientos políticos, la ciudad –cualquier ciudad- crece por efecto de distintas variables. No todo es explicable por políticas del gobierno de turno, por el modus operandi de sus ejecutivos, aunque tienen su peso. Y toda vez que se promueve el intercambio, la apertura, la convivencia con otras formas de pensar extra-regionales conlleva, seguramente, a una mayor amplitud de criterios, de visiones del mundo que, permiten el desarrollo. Así se ve la ciudad en dos ruedas… Algunas cosas parecen cambiar, pero no todas. Lo que pasa que muchas veces los cambios son lentos. Hay sectores de la ciuda donde parece que el tiempo se detuvo, no pasó, salvo algunas calles pavimentadas más. En otras zonas, justamente, las calles pavimentadas permitieron un desarrollo económico de porciones de barrios. Algunas veces es el paso deuna línea de transporte colectivo urbano lo que facilita eso, pues dicha calle es más vista por más gente, elo lleva al establecimiento de más comercios sobre dichas calles. Así es posible ver supermercados, talleres de bicicletas y motos, carnicerías, panaderías y otras cosas donde antes nada había. Girando por las avenidas se ve por ejemplo un enorme hospital que lo llaman, Hospital de Alta Complejidad, un nuevo estadio cerrado, usado para eventos varios. Atrás quedan también el estadio de fútbol y las plazas temáticas por donde mucha gente transita en horas de la tarde, cuando el sol cae, cuando el aire se pone menos caluroso. Algunas personas salen a trotar y otras, simplemente toman un helado o el clásico tereré para lo cual no parece haber hora de finalización, pues aún muy tarde en la noche se ve a algunas personas tomar el tereré. En dos ruedas puede verse también, por un lado y otro, a jóvenes reunidos, tomando cerveza o algún refresco, en la zona de la costanera. Esta zona es la preferida por muchos que tiene vehículos, tanto a la hora de la tardecita como de noche, pues es la parte de la ciudad más fresca. Puede verse una interminable fila de autos circulando unos detrás de otros, motos de distintas cilindradas, gente de a pie, todos muy distendidos. Algunas personas suben al mirador de la ciudad y desde allí aprovechan para ver la ciudad con la caída del sol. Es un antiguo silo convertido en mirador. El aire fresco sube desde el río y gira en la misma Vuelta Fermosa. El paisaje adquiere, desde el sitio, una dimensión diferente. El alma se llena de gozo, pues las aguas, aparentemente mansas, bajan por el río Paraguay, se ven barcazas, movidas por algún remolcador, lanchas transportando personas entre la ciudad de Formosa y la ciudad de Alberdi, pueblo del Paraguay que está justo en frente. Del otro lado del río se ve la ciudad de Alberdi, cuyas costas, según la época alberga barrancos o costas arenosas, pero también según la zona de la costa. Después de dar la vuelta el río, generalmente se forma una zona de playa, que en ocasiones ha sido muy visitada por los formoseños cuando se han quedado sin playa. Insólita situación al vivir sobre este gran río y con las altas temperaturas reinantes en el verano, que llegan a 45 o 49 grados centígrados. En las costas se alternan barrancos y playas, pero regularmente están tapizadas por camalotes. Lo cierto es que las subidas y bajadas del río inciden en la vida de los habitantes, de un modo u otro. Por ello, la construcción de costaneras es tan importante para la vida de la ciudad de la Vuelta Fermosa, fundada con el nombre de Villa de la Vuelta Fermosa, por el comandante Fontana en 1879. En la ciudad de Alberdi dieron también importancia a la construcción de una costanera, sostenida por tejidos y piedras, porque año tras año, la corriente se lleva porciones importante de tierra, que en general es bastante arenosa. Y en general, estas construcciones son elementos para dar cuenta de que, estas ciudades fronterizas, están creciendo, nótese o no. En 2 o 3 giros de ruedas se puede apreciar la importancia que tienen la enorme cantidad de árboles de mangos para los habitantes, pues se ven por doquier personas sentadas bajo su sombra. Aunque algunos no recogen la fruta, otros sí lo hacen y es un producto comestible y al alcance de la mano. También hay abundancia de citrus diseminados por las veredas y dentro de las casas. Todas, eso sí, con el tinte particular que le da el polvo a toda la ciudad. El viento norte es quien impone su fuerza, su ritmo a la región. Pues en ocasiones la temperatura llega a los 50 grados centígrados y la sensación alcanza los 56. ¿Quién puede andar tan campante en medio de ese horno en que se convierte la ciudad? Y eso parece peor cuando sopla el viento norte. Todo se llena de tierra, del gris polvo que llega a los más recónditos lugares de las casas, donde no hay franela que limpie, o aspiradora que lo saque de una. Aunque se me ocurre pensar que es el mejor lugar para vender aspiradoras y aparatos de aire acondicionado. La ciudad crece, a su ritmo, pero crece. En parte muy vertiginosamente, pero las obras de saneamiento no van al mismo ritmo y ello provoca, tras la caída de pequeños tormentas de lluvia de pocos milímetros, el estancamiento provisorio de las aguas en las calles. Además, hay problemas con el agua corriente, que lleva a un lucrativo negocio con la venta de agua en cisternas de 3000 o 5000 litros o en bidones de 10 litros. Tal vez, por estas temperaturas elevadas, algunos viajeros consideran a la zona como un pequeño infierno, pero todo es cuestión de costumbre. Lo cierto es que la ciudad en las noches, iluminadas por sus luces anaranjadas, simula bien un rojo infierno, que parece arder, desde la distancia. Contra todo mal protegen la ciudad de un lado la santa cruz y del otro la imagen de la Virgen Del Carmen, protectora de la ciudad. Son dos íconos, dos presencias que enmarcan la ciudad, denotan una forma de pensar y ver el mundo de los formoseños. Tras nueve días y noches pude disfrutar las calles y barrios de la ciudad, vi gente que conozco desde mi infancia. A algunos pase a saludar y a otros no quise importunar, pues con el paso del tiempo se impone una suerte de vacío, o quizás no, pero no sierre quise averiguar. Sin embargo, noté que algunas miradas se encendían, como diciendo, a éste lo conozco. El tema era ver si valía la pena interactuar después de tanto tiempo. Y me pasó algo curioso. En una salida en ómnibus local vi a una persona, pero me pareció demasiado joven… comparado conmigo. Creí a primera vista que era un antiguo compañero de la escuela secundaria, tan es así que le pregunté si era él, a lo que el poco sorprendido joven me respondió que no, era un hermano menor y que mucha gente lo confundía, que estaba acostumbrado. Le agradecí la respuesta y le envié saludos a mi ex compañero. Lo cierto es que el pasado se coló por doquier en mis idas y venidas por la ciudad, recuerdos varios y me pregunté sobre el presente, el pasado y decidí que el pasado debía quedar en el pasado, y que de él quedaba el calor, el viento y la tierra compartida por las distintas etnias que conviven, aún hoy en estas tierras. Guaraníes, tobas, matacos, españoles, italianos, polacos y criollos en cualquiera de sus manifestaciones. Se ve la cruza de etnias en los cabellos lacios, la tez oscura, los ojos negros o claros, el hablar cansino, las costumbres tan arraigadas. Volvía a mi mente al pensar en esta gente el problema de la distribución de la tierra, de la vivienda, del trabajo, del empleo público o privado, del tema del desempleo y las distintas formas de pensiones. Las largas colas de personas a la hora de la siesta esperando la distribución de alimentos como forma de pago de dichas partidas del estado. Y también pensé en las expresiones verbales despreciativas más usadas como: “sos un indio”, “ese tiene aspecto aindiado”, y un largo etc. que en nada ayudan a una mayor integración, de las personas. Pero todo esto es parte de la visión totalizante de eso que llamamos “lo formoseño”. Hay distintos aspectos, pero no este el lugar para tratarlos, pero sí para crear un punto de inflexión y detenerse. Pensar para seguir. Pensar para construir. El calor también tiene su lado agradable. Pues con la excusa de apaciguar el fuego las personas se reúnen a tomar cerveza. Y ello es más gratificante cuando quienes se reúnen son familia o amigos. Y eso es fácil de comprobar. Sin embargo, puede verse muchas veces a extraños que comparten una botella de cerveza mientras uno de ellos trabaja en la reparación de una rueda o en otra cosa, cliente y trabajador comparten para apaciguar el calor y surge una conversación animosa. Por mi parte pude compartir con amigos y familiares, al caer el sol, en casa de mis padres o a orillas del río, de varias reuniones. Congregados para compartir anécdotas del pasado o del presente, sueños y proyectos para el futuro inmediato. Enero es tiempote ese tipo de planteos. Entre quienes volví a ver estuvo Eduardo y su esposa con quienes compartí la alegría de recibir a un nuevo miembro en la familia. Entre empanadas y cerveza compartimos trozos de vida. La niñez vino de la mano de una antigua amiga de mi madre, y con ella, recuerdos de la escuela y los recreos. El viaje a la Vuelta Fermosa era un viaje en el espacio, pero también en el tiempo. Siempre es un poco así, creo. A orillas del río, en lo que era un antiguo galpón, construyeron un conjunto de restaurantes y bares que permite a los transeúntes de la costanera, disfrutar de un trago con vista al río. Allí, me di cita con un antiguo compañero de vida, un primo. Entretejimos historias, anécdotas, visiones de nuestras vidas y sueños. Fue una suerte de comunión, de pax, de reconstrucción de vidas a partir del relato. Pero fue también el punto de inflexión, para la toma de conciencia del aquí y ahora. Anduve las siestas y las tardes en el bi-rodado buscando huellas, sombras, raíces y los pedazos de historias para poblar las páginas en blanco de un futuro texto o hipertexto. Así, mientras descansé, también fui preparando el regreso. El combustible y el cambio de aceite se hizo necesario. No vendían, en ese enero de 2009, en todas las estaciones de servicio, combustible a quienes querían comprar provistos de un bidón. Estaba feliz pues estaba cumpliendo mis metas, y quizás hasta un poco más. Pero, de apoco, le fui dando forma al viaje de regreso. Mientras tanto compartí con mis padres y hermana, los sabores de la cocina materna, los buqué de vinos de la tierra patria, los gustos de las comidas tradicionales como la sopa paraguaya, el chipá, el chipá guazú, la mandioca simplemente hervida, la empanada de surubí y la de cola de yacaré, probada a orillas del río en uno de los restaurantes de la costanera. No faltó el dulce de mamón ni la champagna compartida con la tía “diabética” –Pety. (Lo que no sabía era que, esa, era una de las últimas veces que podría compartir con ella aquellas experiencias.) lo cierto es que toda excusa era buena para poder saborear cervezas de distintas marcas. Finalmente llegué al noveno día de estadía. Era la última noche. Era tiempo de despedirse, de intercambios de regalos, de buenos deseos, de retomar cada uno su camino. Fin y principio de nuevas experiencias, caminos entre líneas paralelas.
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