jueves, 30 de diciembre de 2010

Despertar de una larga siesta

31 de diciembre

Una tarde que parecía noche o una noche que no parecía tanto, cómo saberlo cuando estás un tanto dormido y un tanto despierto.
 Primero debo decir que descubrí, me descubrí, acostado en una cama en medio de una gran habitación. No era el único ocupante de la sala. Había otras personas, pero no era un hotel. Era una sala de un hospital o sanatorio. Pronto recordé que estaba o tendría que estar en un sanatorio. Apenas me podía mover, sentía los pies, podía mover los dedos bajo las sábanas. Había luz encendida todo el tiempo, acepté que era de noche.
Una enfermera me observó de lejos y se acercó: hola, estás despierto –dijo. La miré sonriendo y contesté afirmativamente.  Ella se dirigió a la enfermería que estaba enfrente y trajo una gasa, me limpió los labios o me los mojó, no sé bien el objeto de que me pasara la gasa húmeda. Supongo que eran mis primeras gotas de agua. Pues me dejó un vaso y me aclaró: cada tanto te vamos a mojar los labios, pide cuando necesites más. 
Como no sabía bien donde estaba ni la fecha le pregunté a la mujer vestida de blanco. Ella contestó: es miércoles 31. Miércoles 31 de diciembre, y estás en CTI. Al fin despertaste. Quédate tranquilo que tus familiares en un rato más vienen a visitarte. A veces esperan afuera, pero vienen todos los días –me aseguró.
Quise seguir preguntando: ¿desde cuándo estoy aquí?, ¿porqué no recuerdo algunas cosas?, y un largo etc. Pero parece que todo tiene su tiempo y debía esperar. Miré las sábanas blancas y el paso tranquilo de otros enfermeros que pasaban por allí y me dije: esto es como ir al municipio, se requiere mucha paciencia para esperar y ser atendido, para escuchar las explicaciones de los funcionarios o para entender todas las vueltas que dan para hacer un simple trámite, en fin para cumplir su horario de trabajo y recibir un salario por ello.
Poco a poco se llenaban las sinapsis de preguntas y al mismo tiempo surgían, como a borbotones imágenes… que no eran las respuestas.  Estas visiones no eran muy coherentes pero allí estaban. Otras cosas que pasaban eran muy elocuentes y muy lógicas. Eran entendibles y por mí notadas, observadas desde mi particular y especial punto de vista, es decir, desde la posición de decúbito dorsal sobre el lecho de la cama frente a una de las entradas del salón, que supe era el Centro de Terapia Intensiva, más conocido como CTI.  Era lo que me explicó la enfermera y no tenía porqué dudar al respecto.
Sentía la garganta como seca, tenía escalofríos, y algunas cosas más. Era claro que aún estaba sin poder controlar mi temperatura corporal, pues de a ratos tenía frío y súbitamente sentía calor. Las sábanas estaban casi sueltas y no había frazadas a la vista.
Recordaba haber tenido un accidente, que había chocado contra una camioneta, pero no estaba claro hacía cuanto que había ocurrido eso. Lo importante parecía ser que estaba vivo. Cada enfermero que ingresaba a la sala preguntaba si yo era el del accidente en moto del 24 o preguntaba, ¿cómo te hiciste las fracturas? Sentía los dos miembros superiores vendados y algo de dolor, para lo cual me explicaron tenían calmantes y bastaba que les pidiera para que ellos me aplicaran una dosis de calmante.
Había despertado, ¿pero cuánto había dormido? Simplemente esperé que las cosas fueran pasando, alguna cara conocida vendría en algún momento. Alguien vendría, mi esposa, alguien… No estaba apurado, pues parecía que todo estaba bajo control, no el mío pero estaba bajo control.  
Al lado había dos personas más en sendas camas, sobre albas sábanas como las mías. Uno de ellos, que alcanzaba a ver, pues estaba en la cama inmediatamente seguida a la mía, a mi izquierda, tenía la cabeza vendada. Tenía los pies muy pálidos, como fríos, quizás como yo los tenía también, aunque no los veía, a los míos, por estar tapados todo el tiempo.
Esto era interesante, estaba en un CTI como paciente, no como enfermero. Estaba viendo el mundo desde el otro lado del mostrador. Era toda una experiencia que fui investigando, fui razonando dentro de lo que pude. Pues por momentos surgían unas imágenes que eran confusas, extrañas. No parecían tener sentido, parecían películas proyectadas sobre la pared o los techos. Algo andaba mal. Pero no quise preocuparme por eso. Sin embargo algo de duda se fue colando por el poco foco de razón que me parecía tener en ese momento. Dejé o quise dejar los pensamientos a un lado e intenté cerrar los ojos. Aunque quienes se acercaban decían: “Por fin despertaste”. No sabía qué contestar. Sentía que me despertaba de una larga siesta. 
                                                                                                          Pedro Buda 2010

sábado, 4 de diciembre de 2010

Firmemente creo

En este día puedo volver a escuchar al grupo Pareceres… Estoy disfrutando del tema Tendrías que llegar. En medio del silencio previo entró un Picaflor y revoloteó en el cuarto, lo tomé como un signo de buena suerte, de buen augurio.
Siento que en mí surge una suerte de felicidad porque terminamos el trabajo final de Fundamentos, Objetivos y Técnicas de la Investigación Periodística. Es para mí la última materia. El idioma es un agregado que uno debe cumplir pero que no hace a la esencia de la carrera.
Realmente fue muy bueno trabajar con Nelson Daniel Gasparick… Le propuse pensar juntos un proyecto de redacción de notas para publicarlas en un blog. Veremos si sale esa idea.
Se van cumpliendo las metas que me propuse al comenzar el año y doy gracias por eso.
Pude, en esta parte del año, contactar a algunos antiguos compañeros del colegio Nacional, lo cual, es también bueno. Por medio de Facebook pude hallar a otra gente o se dio que ellos me encontraron y bueno, es así la vida. Algunos leyeron mis cuentos y otros están con ganas de hacerlo, lo cual me da una gran satisfacción.
A casi un año del accidente estoy muy vivo y con muchas ganas de vivir. Doy gracias por la dicha de estar vivo. A Dios y a la gente que me ayudó de una u otra forma. El 24 de Diciembre quedará grabado en nuestras memorias como un día de “renacer”, como una nueva oportunidad, como un volver a empezar.
A principio del año cuando recién llegué a la casa y puse mis manos sobre el teclado, cuando aún tenía los yesos en los brazos quise seguir escribiendo y seguir dejando huellas, y, con paciencia, con esfuerzo, con dedicación y mucha polenta eso se fue dando. La voluntad es una fuerza poderosa. Las ganas de la “gente bien” que me acompañó fue una energía extra; la gente que desde lejanos lugares me acompañó con sus oraciones y con su buen deseo, creo, firmemente creo: me ayudó.
A todas esas personas le doy las gracias, por acompañarme, por sus palabras de aliento, por sus generosas palabras, por su simple sonrisa y paciencia.
A mi esposa quiero agradecer infinitamente por la gran paciencia. Paciencia para luchar con lo que me pasaba, para soportar mis quejas, mi dolor, para lidiar con mis frustraciones, con la casa y la vida de todos los días. A ella le debo un GRAN GRACIAS.
Cada día paso por la misma esquina que me vio tirado en el pavimento y digo, es bueno poder seguir cruzando la calle.
A un año de todo eso…. Sigamos adelante.
A veinte días del 24 de diciembre, arriba la vida.
Black Horse, seguramente, estará como nueva a cargo de un nuevo dueño. Gira la vida… como una calesita, dice el dúo Vivencia.
Suena AC DC en los parlantes de la PC y sigo dejando huellas…
El rock and roll está vivo, porque el rock es energía que fluye y maximiza nuestras propias vidas. (Qué frase…)
Sigamos soñando amigos, que el principio de las concreciones son nuestros más caros sueños. Sin soñar no creemos en que es posible, sin sueños no es dable imaginar las partes que conforman el todo, y mucho menos hacer lo necesario para lograr armar el rompecabezas que supone cada paso en la vida, cada creación.
Firmemente creo que debemos seguir soñando, que es posible creer, que es posible seguir, que es posible hacer… un mundo mejor… como dicen tantos músicos y gentes bienintencionadas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cuento: Un Mundo de Fuego



  En mi barrio se escuchan las sirenas, una y otra vez. Y siempre ocurre lo mismo. Un hombre sale a la calle corriendo… Tiene como unos sesenta años y sale disparando por un largo pasillo hacia la calle. Es un vecino, pero desconozco su nombre. Sé que vive cerca, a dos casas de la mía.
      Una vez me acerqué a preguntarle por qué lo hacía. Por qué salía corriendo cada vez que oía una sirena de bomberos. Él me miró, de arriba abajo, y luego se dio media vuelta y se fue, sin decir absolutamente nada. Si su comportamiento me importaba algo, antes, no lo sé, pero desde aquella actitud, sí. Era, desde ese instante, el ser más raro por mí conocido. No hablaba, pero de un modo incomprensible, para mí, él lograba comunicarse. No sé muy bien con quien, pues jamás vi a nadie hablar con él, pero observé ciertos gestos –diría, casi involuntarios- que representaban una suerte de conjunto de signos. No sé si es o no así, pero parece.
      Cada vez que suena una sirena él sale. Y desde aquella vez que coincidimos, hemos vuelto a vernos varias veces. Busco encontrarlo, ver qué hace y por qué lo hace. Pero mi investigación lleva casi dos años, sin que arroje ningún resultado. Estoy a punto de desistir de esta casi locura compartida de salir a la calle cada vez que una sirena de bomberos se escucha pasar.
      La curiosidad es un asunto complejo, un tema que podría dar para escribir libros, pero mi curiosidad particular no creo que signifique nada para nadie. A quien puede importarle el por qué un hombre de unos sesenta años sale cada vez que se escucha una sirena y, tras ver cruzar el camión, se vuelve - como aliviado- a su casa.
     Quizás le importa saber si el camión viene hasta su casa y al comprobar, que no es así, regresa tranquilo a sus labores. Pero eso no parece algo lógico. Sin embargo, qué es lo lógico del comportamiento de este ser que tras escuchar la sirena sale corriendo a la calle y luego se vuelve, lentamente, a su rutina.
    Obsesionado con el tema, comencé a preguntar a los vecinos. Cada uno me fue dando alguna opinión pero nunca un dato que explique o ayude a contestar mi pregunta. 
    Han pasado casi dos años, como mencioné más atrás. Pero, la vida tiene sus vueltas. Y así, hace apenas un par de horas, comentando con un compañero de trabajo sobre el asunto, me mencionó que se acordaba que hace unos treinta años atrás, una familia completa, había perecido en un voraz incendio en esta zona. Fui a investigar en los periódicos viejos y descubrí que había ocurrido un gran incendio, ciertamente, unos treinta y cinco años atrás, en esta cuadra. Había fallecido toda una familia y, al parecer, no había quedado ningún sobreviviente. Seguí buscando en fechas posteriores y no logré registros. Pero al vigésimo día del incendio, una noticia daba cuenta de la aparición de un niño, sólo y que no hablaba en cercanías de la casa quemada. El cual llevaba en sus brazos un muñeco de peluche. 
    El niño fue a dar a un centro de atención de menores, pero nunca se consiguió que hablara. Observé la dirección y coincidía, exactamente, con la casa de donde salía este hombre. Quizás, probablemente, fuese el niño aparecido en aquella oportunidad. Pero quién era, por qué estaba allí. Cómo había construido una casa donde se había quemado la otra. Por qué seguía allí, a quién esperaba o porqué seguía en ese lugar. Tal vez era ese su mundo. Un mundo que lo atrapó en su niñez y del cual no pudo escaparse nunca. Cómo saberlo. Pero algo me decía que esta investigación debía darla por terminado. De lo contrario sería, yo mismo, otro atrapado en ese mundo de fuego.
Pedro Buda 2007
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