viernes, 31 de enero de 2014

Cuento: La Playa

El sol estaba terminando su recorrido, al final de la tarde, suavemente bajaba hacia la inasible línea del fin. Justo Bustamante podía ver ese momento, cada tarde, de cada día.
El trabajo de Bustamante se desarrolla dentro de una cabina de fibra de vidrio que está sobre la costa de la bahía, a escasos cien metros del agua, entre cientos de contenedores apilados, cuidadosamente, uno encima de otro, en grupos de tres ó cuatro, pocas veces más que eso. El perímetro está cercado por un tejido de tres metros, encima del cual hay tres hileras de alambres de púas y un rollo de otros alambres, igualmente con miles de puntas afiladas.
La Playa, que es como llaman al predio donde están los contenedores, parece desierta, tranquila. Nada más lejos de la realidad. Dependiendo del momento, torna su aspecto de aparentemente y total tranquilidad a bullicioso y vertiginoso movimiento.
Justo Bustamante oficia de vigilante en La Playa.  No es el único, hay tres cabinas más, donde en periodos de  ocho ó doce horas, hombres-ojo vigilan. Su turno inicia a las ocho de la mañana y se extiende hasta las ocho de la noche.
La cabina es el refugio de este hombre-ojo, su refugio, su protección. Pero muchas veces lo siente como su calabazo o prisión. Cuando ese es el sentimiento que aflora, su cuerpo se manifiesta con palpitaciones, sudoración fría, temblores u otras cosas. Pero él permanece firme en su puesto. “Necesito el trabajo” -se repite una y otra vez.
Cada vez con más frecuencia siente estos ‘síntomas de algo’ –como él lo dice, al hablar solo dentro de la cabina.
Cuando el sol está expresándose en toda su furia, Justo tiene la posibilidad de extender un pequeño toldo, que permite generar un poco de sombra. Sin embargo, en verano, las piedras que conforman el pavimento bajo sus pies, como aquellas que están sueltas, están muy calientes y no parecen terapéuticas, sino hirientes. Parecen brazas y apenas el freso aire que viene de la bahía apacigua los ánimos.
Hace como seis meses que se repite con mayor asiduidad y fuerza el conjunto de ‘síntomas’ que manifiesta Justo. Fue  a registrarse la tensión arterial varias veces en la última semana y no acusó hipertensión, ni hipotensión. Sintió, por varios días, que la nuca y la cabeza entera estaban a punto de estallarle. Al mismo tiempo, el corazón parece salírsele del tórax. No entiende nada.

Tres meses atrás creyó que se desmayaba, que perdía el conocimiento. Cuando apreció que se recuperaba del desvanecimiento ‘vio’ -o creyó ver, no lo recuerda bien-, en medio de las aguas del río-mar, emerger un pequeño submarino. Fue solo un instante y  desapareció. Ocurrió como a las seis de la tarde, poco más o menos. 
Estaba por finalizar el turno de trabajo cuando sobre la superficie del agua, bastante cerca de la costa, al final de una larga fila doble de contenedores, vio aflorar, de debajo del agua, un objeto esférico. Al menos eso le pareció.
El compañero del turno ese día, como es su costumbre habitualmente, llegó diez minutos antes. Justo no sabía si informarle o no de lo percibido. Podía tomarle por loco o por enfermo. Esto último era algo que se notaba, no era necesario ser un experto. Justo, cada día ofrecía un aspecto de mayor cansancio. Había adelgazado varios kilos en los últimos meses, al punto que llevaba tiradores para que los pantalones se mantuviesen en su sitio. El sueldo no le permitía comprarse prendas de vestir nuevas como precisaba. Los tiradores eran la solución.
La tarde-noche en cuestión Justo se quedó mirando hacia el agua, por entre medio de las filas de contenedores. Esto llamó la atención de su compañero Atanasildo.
̶  ¿Te pasa algo Justo? –preguntó Atanasildo.
̶  ¿Por…? –respondió, sin dejar de mirar al agua.
̶  Estás extraño. Hace quince minutos que deberías haberte ido y sigues ahí, con la vista fija en esa porción del río-mar. ¿Qué viste?
̶  Nada… o algo. No sé.
̶  ¿Nada o algo…? ¿Qué respuesta es esa?
̶  Lo que pasa es que dos veces vi algo en el agua. Como una esfera. Surgió una cosa redonda como una pelota, ni grande ni chica. De un color como de foca o marrón, no sé bien. Hay como 100 metros hasta la costa, hasta el borde del agua, y fue un poco más allá, adentro. No se distinguía bien por el sol, pues el agua queda como un espejo a esa hora. Pero fue eso justamente lo que me permitió notar la diferencia, lo oscuro y esférico, distinto de lo plano y plateado del agua.    
̶  En estas zonas no se avistan ballenas, pero alguna que otra foca  se ve. Algunas pueden ser grandes, pero no tanto. No creo que lleguen lobos marinos, pero puede darse el caso, de hecho algunos se han visto muertos aquí. Sí los hay más al este o al sur del río-mar.
̶ Sí, pero no tienen forma esférica. En el diario –creo- leí que existen contrabandistas que usan naves así para transportar drogas.
̶  Vi un informe en la televisión también sobre un caso en Perú, creo. Quizás fue en el Amazonas o en el Nilo… ¿quién sabe? Entiendo entonces tu preocupación. Estaré atento.
̶  Gracias por entender. Ver eso y estar solo aquí… Los otros compañeros no lo tomarían enserio. Pero lo vi.
El turno de Atanasildo estuvo muy movido. Llegaron dos barcos, con escaso tiempo entre uno y otro. Las grúas pequeñas, como las grandes, se movieron toda la noche. Descargando y cargando a toda velocidad. La Playa, iluminada, parece un hormiguero, visto desde lo alto de una grúa portuaria. Parecen moverse al compás de un tema de jazz. Improvisación y coordinación. El tiempo exacto en cada momento. Jugando cada cual a su tiempo, entrando justo para hacer un solo o producir una tarea armónica. 
Una luz le pareció ver a Atanasildo, en la misma dirección señalada por Justo. En medio del agua. Pareció sentir como un tintineo al tiempo del leve destello, casi imperceptible. Podría ser un bote. Recordó lo comentado por su compañero de cabina. En eso, la luz volvió a encenderse y, tan rápido como apareció, desapareció. Dejó de mirar en otras direcciones y se ocupó solo de esa zona. Esa sobre el agua, al final del largo corredor entre los contenedores.
Atanasildo, como los otros guardias, debe vigilar desde su cabina y sin alejarse de las mismas. Los hombres-ojo deben vigilar el predio. Sin embargo, sobre la superficie del agua, algo se movía, algo emergía de las profundidades y luego desaparecía. Ocultándose a la sombra de la larga fila de contenedores se arrimó a la costa. A cincuenta metros se detuvo. Veía claramente lo que pasaba. Volvió a la cabina.
̶ Ser o no ser… -repasó las líneas tan conocidas de Shakespeare. ¿Qué hago? –pensó y dijo, en voz baja, por 5 minutos largos, muy largos. Decidió llamar por radio y dar aviso a sus compañeros y al supervisor, a quien nunca vio, sino solo escuchó por radio, alguna que otra vez.
La noche, de pronto, se tornó calma. Bajaron las luces y el movimiento se fue apaciguando, enlenteciéndose el ir y venir de las grúas con los contenedores. Seguramente los buques estaban con casi todo su cargamento acondicionado. Los papeleos, en general, conllevan más tiempo que el de la descarga y carga de los navíos.
No habían pasado cuatro minutos desde que dio aviso de lo percibido, seguía mirando el agua, allá al final del largo corredor entre los contenedores.
̶  ¡Atento Atanasildo! ¡Atento Atanasildo! –chilló el radio-transmisor del hombre-ojo. La voz lo asustó, pues sonó estruendosa en medio de la quietud que se avecinó, poco a poco, con el paso de los minutos. Enmudeció por unos segundos… eternos.
̶  Aquí Atanasildo –al final tartamudeó el vigilante. El sudor le corría por la espalda. La luz intermitente, a ras del agua, permanecía.
̶ ¡Escuche… Atanasildo! Usted no debe abandonar su puesto de trabajo. ¡Oyó! -se escuchó fuerte y claro la voz del supervisor en el radio-transmisor del hombre-ojo.
̶ Comprendido –atinó a responder el vigilante. Quiso agregar algo pero intuyó que no era conveniente.
̶ Usted debe permanecer –continuó diciendo el supervisor- en su cabina y ver desde allí la zona de contenedores. Lo que pasa fuera de La Playa no es su jurisdicción. No es su jurisdicción, me entendió.
La esfera y la luz titilante se avistaron varias veces más en un espacio de tiempo largo, indeterminado. Meses. Y con una frecuencia de dos veces por semana o una. Pero la orden era clara.
El malestar, los temblores, la tensión aumentó en el caso de Justo Bustamante. Pero eso terminó, noventa y un días después del primer avistamiento. Los nervios, el estrés o vaya uno a saber qué, paralizaron el lub dub en el centro de su caja torácica. Y nadie se percató del asunto, sino hasta el cambio de turno. En la cabina del hombre-ojo, Justo parecía mirar –pues tenía los ojos abiertos- hacia el final de la larga fila de contenedores, donde se vislumbraba… el agua. El sol del atardecer no volvería a encontrarse con su mirada, como cada tarde, de cada día.
Pedro Buda
(Walter Rotela)
                                                                                                                                   2013 
Cuento registrado en Safe Creative. 

  

domingo, 26 de enero de 2014

Líneas Paralelas

Lineas Paralelas-Relato de viaje” mi último libro publicado en Bubok está siendo, supongo, cada vez más leído, a juzgar por las veces que se descargó gratis de la plataforma de Bubok España. Me emociona, cada semana, constatar que el número de veces descargado aumenta. Hasta el 26 de enero de 2014 registra 41 descargas en España, 2 en Argentina y 4 en Colombia.
      Por otra parte, “Huellas de mis pensamientos”, también en archivo .pdf y descarga gratuita, en Colombia se bajó 17 veces, también 17 veces en México, 17 veces en Argentina, 17 veces en España. Éste número me parece un misterio por su coincidencia; pero quizás son líneas paralelas de descubrimiento de este relato de viaje.
       Desde mi blog “Huellas de Pedro – el formoseño” deseo agradecer a la comunidad de lectores que confía en mí y descarga el relato. Espero sea de vuestro agrado lo que encuentran y les sugiero, que visiten el sitio https://docs.google.com/file/d/0B1NAm8TSs7VMTDJkV1gtMTl0bTg/edit?pli=1 para ver algunas imágenes captadas en el transcurso del viaje. Disculpen que las imágenes no sean de la mayor calidad, pero me pareció que era una forma de reunir el material completo en un solo archivo. Sin embargo, en este mismo blog están publicadas las imágenes con una mayor calidad.

        Gracias a la comunidad de lectores de cualquier parte del mundo que llegan hasta “Líneas paralelas” o hasta “Huellas de mis pensamientos”.
       Caminos hay y caminos se hacen, por eso comparto el prólogo del relato de viaje: “Líneas Paralelas” pues sintetiza, lo más relevante del relato, sin mostrar lo fundamental, para que sea el propio lector quien lo descubra. En esa visión que es la mía, pero que se hace de quien lee, al momento de compartirla, adquiere significados diferentes… Y allí reside la magia de escribir y leer, pues no es otra cosa que reescribir, con esas imágenes que creamos en cada párrafo.
Prólogo
“Esto que van a leer es el relato de un viaje en motocicleta. Como tal tiene partes de la realidad y  asomos de la imaginación. Pero en gran parte busca entretener y mostrar una sección del universo, ese que hay en las rutas y pueblos que unen dos ciudades: Montevideo –capital de un país- y Formosa –capital de una provincia. Entre ambos hay pueblos donde conviven personas con creencias y acciones de vida particulares y comunes.
Durante un mes y medio el viajero y relator del trayecto realiza los preparativos para concretar lo que primero fue un sueño.
En el transcurso del viaje conoce personas y lugares con quienes establece una suerte de comunicación que le resulta más intensa de lo que imaginó.
Cada cartel indicador de las distancias lo acerca al destino y lo separa de su punto de partida; pero cuál es su punto de partida y de llegada o, en todo caso, cuál es su punto de partida y de regreso es la pregunta que va aflorando en el transcurso de ese movimiento entre líneas paralelas. Dos líneas albas delimitan la porción del asfalto pero son dos líneas telefónicas, también, la que lo mantienen unido a esos puntos de principio y fin, a sus familiares, en ambos extremos de la ruta.  Pero surgen más en esa comunicación que luego deviene en esta escritura sobre el alba superficie del papel o su imagen en la pantalla del monitor.
Espero les resulte agradable su lectura y despierte en ustedes el interés por realizar un viaje de esas características. De hecho, encontré mucha gente viviendo las mismas experiencias y fue agradable compartir con ellos un rato de conversación o una cerveza.”

Extraños ruidos; La casa de al lado; El perfume de Ernestina; La rosa; Torres y cúpula de una iglesia o; El ciudadano Nº; Metamorfosis, de la que nadie nunca habló; Parte de su cerebro; Muerte en el callejón; Basta un minuto; Comunicaciones; Posible milagro de entre casa y Relatos breves-menos los esperan a los lectores amigos en “Huellas de mis pensamientos”. 


martes, 14 de enero de 2014

Puestas de sol

 Sol escondiéndose tras la inasible línea horizontal 

Muchas veces, en momentos libres, salgo a buscar las puestas de sol... Estas imágenes son un reflejo pequeño de mi gusto por ese encuentro con el fin de la tarde. 






En esta entrada colabora Hugo González con sus registros fotográficos. Puede apreciarse una puesta de sol tomada desde un vehículo en movimiento y otras a orillas del río de la Plata en la zona de Los Cilindros


Ruta 3

 Los Cilindros






lunes, 13 de enero de 2014

Premios 20 Blogs


Premios 20Blogs

Ver más en: http://lablogoteca.20minutos.es/premios-20blogs/participantes/#xtor=AD-15&xts=467263
Participo este año en los premios 20 blogs de 20minutos.es Categoría Cultura y Tendencias


miércoles, 1 de enero de 2014

Reflexiones 2014


2014 -01-01 23:40
Está  terminando el primer día de 2014. ¿Y qué será lo que me animaré a expresar en estas formas Script MT Bold? Lo que sea… será.
Leía recién algunas comentarios de 2013, algunas quejas mías, algunas interpretaciones de mi camino. Mi “queja” es realmente un sentimiento, como tal, algo que vivo en lo más profundo de mi ser. En dichas expresiones decía que busco un trabajo donde pueda sentirme mejor, más valorado, más feliz con el trabajo diario, pero… no es fácil lograrlo. Sin embargo, creo que no veo lo obvio, lo que se da. Si “lo que hacemos es lo que somos”, como dice la frase, repetida hasta en televisión, debo agradecer el poder hacer esto que estoy haciendo ahora: “escribir”. Es lo que me gusta y hago a diario… o casi. Pero lo hago con todo el entusiasmo, las ganas, con todo mi potencial, con toda la polenta que me es posible, porque creo en ello.  Entonces, el trabajo está, lo hago a diario, o casi… como dije, pero aunque no es remunerado, hoy por hoy, es reconocido. Y ello basta para mí. Cuando otras personas leen tus escritos, tu discurrir… y encima lo comparten, es una forma de pagarte,  de compensarte por tu trabajo. Entonces, el trabajo existe y la compensación también, entonces, sólo basta decir: Gracias.
Estas líneas van dirigidas a nadie en particular, pero si escribo y leo, el primer destinatario soy yo mismo, y al compartirlo en la red, cada uno de los que se dignan leer el material son los otros destinatarios. A cada uno de ustedes, estimados lectores: Gracias. El que haya alguien del otro lado de la pantalla, de la red, de esta alba sustancia que simula hoja de papel es un estímulo que me lleva a seguir. Pero cuando no existía evidencia ninguna de vuestra posible existencia, escribía igual. ¿Por qué? Porque la expresión, el sentimiento, el deseo de contar historias, verdaderas, ficticias, basadas en la realidad, o esa parte del espectro de posibilidades que denominamos realidad, está antes de tener un público. Y entonces, ¿qué pasa? Pasa que al salir al encuentro de estas albas fronteras buceamos en el mar desconocido de nosotros mismos, donde nos interpelamos e interpelamos a los demás, los cuestionamos, los llevamos a pensar, en el mejor de los casos, o lo entretenemos… Todo es válido.
Escribir… escribir, un trabajo, un oficio que se hace al andar, una tarea, un divertimiento, un pasatiempo, una profesión, una forma de pasar el tiempo, una forma de contar la propia realidad, la propia visión de la vida que transcurre entre los intersticios de la vida cotidiana. ¿Importa qué es esto? Quizás sí, quizás no… Pero bueno, es –como dije- lo que hago a diario, o casi. Y como es el comienzo del 2014, lo hago haciendo eso que más me gusta: “escribir”. El año pasado inicié haciendo lo mismo. A un doctor le debo esa gran posibilidad de seguir haciéndolo, a la voluntad, otro poco. Sigo mi camino… sigo escribiendo, haciendo lo que más me gusta… los invito a seguir haciendo eso que a ustedes más les gusta.
A todos los cibernautas: Feliz 2014.

Walter Hugo Rotela González

A veces, en el atardecer, logramos pensar en las cosas diarias...


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