jueves, 24 de diciembre de 2015

Navidad 2015

En esta entrada seré breve. Mis mejores deseos para todos los cybernautas, para los amigos, para los familiares, para la gente que está ahí, tan cerca, tan lejos. 
A todos y cada uno: Gracias. Porque cada contacto, cada momento compartido es una forma de aprender algo, ese algo que no siempre es posible determinar en el momento. Fue y sigue siendo un año con sus cosas positivas y de las otras, pero de cada experiencia se aprende. 
En estos momentos comparto con mi esposa e hija este instante de felicidad, de alegría. Y simplemente por estar juntos, por tenernos, por compartir y aceptarnos con nuestras cosas buenas y de las otras. 
Gracias a las personas que me brindaron su tiempo para una entrevista, para ir armando ese próximo texto que vendrá en el 2016, si así  debe ocurrir. Vuestro tiempo y pacienica permite que mis sueños vayan tomando forma. Gracias al amigo que creyó en el proyecto y está ahí para seguir creciendo en esto de la comunicación. 
Gracias a otras tantas personas que eligieron descargar alguno de mis libros, alguno de mis cuentos, y compartirlo en las redes. 
Gracias por escucharme a los que lo hicieron, gracias por permitirme escucharlos, a aquellos que así lo hicieron. En ese punto de encuentro vivimos. 
Sueño con un futuro donde mis estudios en comunicación se concreten en una realidad palpable. 
Y...en fin, gracias por este nuevo año. Llegué a casa y me dije: "llegué". Creo que esa sensación de llegar, después del 24 de diciembre de 2009, es muy importante para mí.
No los aburro más estimados cybernautas, amigos, compañeros de ruta, gente que está ahí, a quienes recuerdo, a esos que n veo desde hace una década, a esos que ya no están, a esos que los siento en mi pero que por motivos que desconozco, no podemos comunicarnos. Pero es así la vida. Y la vida merece ser vivida y también: narrada. A seguir escribiendo, amigos escritores, amigos lectores, amigos, compas, conocidos, gente que nos vemos cada cierto tiempo y compartimos esas conversaciones de largo aliento. 

Nuestro pesebre 
  

martes, 15 de diciembre de 2015

LA VIDA PRECISA SER NARRADA

En esta entrada compartiré una opinión sobre un tema que me interesa, cual si fuese una columna en mi propio blog.
El registro fotográfico, las distintas artes de representación son formas de narración.

Pensando sobre el último texto leído fue que me encontré con unas simples "verdades" o con puntuales circunstancias que se repiten en cada uno de nosotros, en nuestras vidas. Por un lado, "la muerte" como solución, desenlace de un capítulo –quizás último- de un texto cualquiera que narra lo vivido –en algún tiempo y en determinado espacio físico, geográfico- por alguien con ciertas señas particulares. Pero, dicho desenlace implica, claramente también, el inicio, el nacimiento.
El comienzo es descripción de circunstancias, que serán el contexto donde el personaje viva una aventura o desventura. Hasta ahí parece todo bien, pero siempre hay más. Pues nacer, no siempre es el comienzo estricto de algo, es en todo caso, la porción visible, observable. Los antecedentes de ese tiempo narrado existen, y necesitan ser contados para darle cabida en el tiempo actual vivido por el personaje, pues de un modo u otro, esas circunstancias incidirán en el devenir de la criatura que vive.
Vistas las cosas según lo planteado en el párrafo anterior, "la vida" puede ser concebida, estudiada y adquirir significación al momento de ser contada, narrada... ¿Será así? En todo caso... ¡Vaya casualidad!  Hoy ocurrió lo que llamaré "acontecimiento", entendiendo como tal, a un acto distinto de lo cotidiano en la vida de una persona, una acción que se distingue, que se aparta de la rutina, del ser en cuestión.
Un joven, egresado de una casa de estudios, presentó hoy su libro en una sala de su viejo colegio. En dicho texto, el hoy joven adulto, busca reflejar su vida, sus vivencias, el conjunto de circunstancias que le permitieron llegar al hoy. Este presente está enmarcado, por cada uno de esos días difíciles que le tocó andar, pero también, por los otros que le siguieron, esos que le mostraron el rumbo a seguir para llegar al hoy.
El joven no sólo vive y/o vivió, sino que precisa contarlo, narrarlo, para que esas "verdades", esas "puntuales circunstancias", adquieran un grado diferente, o, en todo caso, que sean también re-significadas por cada lector, por cada asistente a la presentación del libro. De allí esto que considero en párrafos anteriores: la vida precisa ser contada, narrada.    
Walter Hugo Rotela 

jueves, 10 de diciembre de 2015

Argentina


Imagen tomada de http://es.tinypic.com/

Argentina sigue la vida en un ámbito de democracia, de asumir que las diferencias nos permiten construir, crecer. Tenemos esperanza -muchos argentinos- de que las cosas puedan enfrentarse con actitud constructiva, donde todos pueden aportar su grano de arena. Ojalá veamos una Argentina que sigue su lucha y crezca como nos merecemos todos. 


domingo, 22 de noviembre de 2015

Puente de Paso Pache

   Esta entrada no tendrá mucho texto, sino más bien, imágenes del camino para llegar al puente de Paso Pache, sobre la antigua ruta 5, desde su acceso por el norte, un poco antes del peaje. 
  El camino esta bastante destruido pero el paisaje del camino bordeado por las palmeras es característico. Los campos se extienden a los lados y con paciencia se llega al río Santa Lucía, donde se yerguen los vestigios del otrora importante puente.  
   Cuando llegamos con mi esposa al puente volvían en su auto una pareja, del otro lado del río unos jóvenes observaban el puente sin poder acceder a él, pues del lado sur del camino, no es posible. Minutos después de estar en la zona llegaron también unos motoqueros (Facundo, Guillermo y Felipe) de Florida, cuya imagen también se comparte en esta entrada. 
    Espero, estimados cybernautas, que estas imágenes sean de vuestro agrado. Un lugar del Uruguay a sesenta y pocos kilómetros al norte de Montevideo. Pueden conocer más del lugar siguiendo el enlace, que está más arriba. 
   













































jueves, 5 de noviembre de 2015

Cuento: cacería en enero





I
Una siesta, a fines de diciembre, tres hombres mayores, ahora jubilados, están sentados a la sombra de un viejo árbol de mango. Usan pantalones muy cortos y camisas amplias, de mangas cortas, o, pantalones de tela muy delgada y enrollados hasta las rodillas. Disfrutan de la refrescante bebida que llaman tereré.
El sol, más que calentar, quema los cerebros de cualquier curepí sin sombrero que se atreva a caminar por las tórridas tierras de lodo seco de la gran llanura. Al menos, ese es el comentario que deslizan los tres adultos mayores que, como cada año, están reunidos para compartir viejas historias: lo único en común en estos días de su madurez.
Uno a uno, sacan de algún bolsillo un objeto -quizás lo mismo- es decir, muy similar. Cuatro objetos en total, oscuros, unos más que otros. Redondos casi. A simple vista son trozos de cuero curtido. Pero basta mirar con atención para adivinar de qué se trata.
̶ Pensar que cuando nos invitaste a cazar aquella vez, no nos dijiste nada del animal que perseguiríamos. Y aunque me costó un poco al principio, enseguida, me prendí –dijo el "Gringo", el más veterano del grupo.
̶ ¡Claro que lo recuerdo!  Tus ojos quedaron como desorbitados. En cambio vos, vos "Carpincho", lo tomaste de otro modo. Vos creíste que sería la mejor salida de todas.
̶ Y lo fue, lo fue. No cabe la menor duda "Chochán". Porque nunca volvimos a tener una cacería con esas características.

El sol es casi el mismo que aquellos días de enero cuando emprendieron la cacería por las costas del río, al norte de la provincia. Quizás, un poco más fuerte que en pasados
tiempos. Pues los meteorólogos así lo dicen, metiendo la culpa a eso del agujero de ozono, cuando no al niño o la niña, según. Lo cierto es que las chicharras chillan tanto como entonces, y el monte se vuelve, por momentos, ensordecedor.
  Los cazadores conocen su territorio y se equipan con buenos sombreros de cuero, y hasta usan protectores solares. Algo, antes, inimaginable para un baquiano. Hay quienes van con tantos elementos cual Rambo. Son, en apariencia, tipos muy rudos pero basta charlar un par de horas −con cervezas de por medio− y uno llega a conocerlos. Dejan ver lo que tienen bajo la piel de perdigueros. Algo muy diferente a los tres veteranos que salieron a buscar sus presas y no dieron vuelta atrás.
Hoy por hoy, muchos que salen de caza lo hacen igual que entonces, como en tiempos de los veteranos. Pero no van a caballo como ellos, sino que usan un jeep −de esos de la segunda guerra−; una camioneta 4 X 4; o salen en motos. La motivación, quién sabe, es la misma; pero... cuál fue la verdadera motivación, de los hoy veteranos, cuando salieron a cazar aquella especie, casi en extinción entonces, y hoy más. Una especie tan similar pero... tan diferente.




II
Mientras el sol baja para ocultarse tras la inasible línea horizontal, como cada tarde, los veteranos pasan del tereré a la cerveza. Lo acompañan con empanadas de pollo, que un sobrino trajo de lo de la vieja Elvira. Una veterana, como estos tres ex-policías rurales, que cocina como los dioses pero que tiene un humor de mil demonios. Mientras atiende te mira casi de costado y luego te indica que, por la demanda del día, el pedido se va a demorar, pero nadie se va. Todos prefieren esperar pues, parece que, tras su cara de pocos amigos, hay una gran cocinera que conoce su oficio.   
Es el aniversario 35 de aquella cacería. Demasiado tiempo ha pasado desde entonces, pero algunos recuerdos están tan presentes, como los días de aquella aventura. Si de ese modo puede nombrarse a lo ocurrido entonces. Pues fue una cacería, donde hubo un grupo de perseguidores y, por otro lado, un grupo de seres acosados. Lo que queda de los primeros son estos veteranos, que no son tan añosos, pero que aparentan más por una serie de enfermedades que los tiene disminuidos en sus capacidades físicas.
 Cuando la luna asomó por el este, Chochán se quedó con la mirada perdida en la perfecta esfera blanquecina, más plateada que alba. "Es la misma luna ¿no? ¿Se acuerdan de la primera noche de la expedición?" –comentó con la voz más firme que pudo.
̶  Creo que sí. Fue la misma luna –contestó el Gringo.
̶  Sin duda, la misma –corroboró Carpincho. Pero quizás se notaba más la luz, su fuerza, en medio de los pastizales a orillas del río. Fue la primera noche junto al fuego, a orillas del río cuando, finalmente, nos dijiste sobre la presa –aclaró Carpincho, mirando a Chochán.
En aquella oportunidad, Chochán explicó a sus compañeros que sería una salida de caza diferente; el animal que rastrearían andaba en manada, en grupo de cuatro o cinco. Iban río arriba cazando sus alimentos.
Las huellas aparecían y al rato se disipaban. Esto llevó a preguntar al Gringo cuál sería la presa que rastreaban, pues las huellas eran claras, sin embargo, algo no cerraba.
̶ Mi abuelo los cazó por cientos y así logró sus tierras; las conservó y se volvió, a su modo, rico – dijo Chochán.
̶ No sabía esa parte de la historia de tu abuelo..." –Contó el Gringo, que tomó otra cerveza de la enfriadora de botellas.
̶ Claro, por eso justamente, me pareció que era posible intentarlo. Teníamos las herramientas necesarias, las armas, el adiestramiento y la fuerza para enfrentar las circunstancias que fueran, durante y después de la cacería.  
De hecho, en esos tiempos, ellos  ̶ los policías rurales ̶   eran la ley, y más en medio de esos bosques ribereños. Su pensamiento había sido entrenado para sentir que eran "la ley". Y, como tal, no debían entender que lo que hicieran estuviese mal o fuera de la ley; pues, ellos: eran la ley.  
Chochán siempre había sido un tipo grande, pero nunca había tenido una actitud agresiva o altanera. Era un tipo grandote pero de buen talante. Eso cambió un tiempo después de entrar a la Fuerza... Podía decir con total soltura que, si antes de ingresar no mataba ni una hormiga, ahora, podía bajar a dos o tres sin mosquearse, sin casi transpirar.
El Gringo, en los tiempos en que fueron uniformados activos, era de porte más pequeño que Chochán, igualmente mantenía un buen estado físico. Era  retacón. Antes de entrar a la Fuerza había trabajado toda una vida como peón rural. Conocía el campo, el trabajo duro. Podía pasar varios días a caballo sin sentir la menor incomodidad. En realidad, en las actividades diarias de la función policial estaba el recorrer amplias zonas montado a caballo. Por ello, ninguno tenía problemas para cabalgar durante largos tramos del día. Y tal cual, en los tiempos como peón, una orden era una orden, y la acataba sin cuestionar. Estaba acostumbrado a ello. Al enterarse del objetivo a perseguir recordó que algo había leído sobre esas prácticas, en los tiempos de la colonización, y al sur del territorio americano –en esa zona que llaman Tierra del Fuego. "Y qué va..." –se dijo. "Quizás todo quede en una simple cabalgata y nada más". No era seguro que, finalmente, decidieran consumar la cacería. Pero se equivocó.



III
La primera noche de campamento, encendieron fuego a orillas del río. Tomaron unos vinos y asaron un carpincho que cazaron.
̶ ¡Qué suerte la tuya Gringo! Lo viste, y el primer tiro en el punto exacto –dijo entre risas el Carpincho.
̶ ¡ Bien decís che! Pura suerte. Pero lo importante es que tenemos para cenar esta noche y para el desayuno de mañana ¿no? Y justo un carpincho ¿no?
̶ El próximo será el mío. Ya lo verás.  O, aunque más no sea  un carpinchito –le espetó Carpincho.
̶ Esto es para ir afinando la puntería –comentó el Chochán. Ya tendremos presas más importantes.
̶ ¿Y qué presas tenés pensado che gordo? –preguntó el gringo.
̶  Unos bípedos... ̶  respondió Chochán.
̶  ¿Algún ñandú? Mirá que si esa era tu idea de salir a cazar estás jodido  ̶ refunfuñó Carpincho.
̶  No, no. ¿Cómo les queda cazar algún Pilagá? 
̶  ¿Qué...? Vos estás bien jodido gordo. No podés... Sos un pelotudo. ¿Cómo que cazar a un aborigen? ¿Te volviste loco?  ̶ dijo Gringo. Vi huellas que aparecen y después se pierden. Creo que vos también los viste. Pero...
̶  No, nada de eso. Mi abuelo cazó cientos... ̶ explicó Chochán.
̶  ¿Cómo que cazó cientos? ¿Qué decís?  ̶  preguntó Carpincho.
̶  Mirá... el viejo recibió, del gobierno de entonces, unas cuantas leguas de tierra. Pero, el resto se las fue ganando al indio. Los malones, cada tanto −según contaba− lo jodían y, entonces, él los combatió. Salía a perseguirlos con algunos de los peones; se internaba en los montes a recorrer y los cazaba. Les decía a los peones que eso era la forma de defender sus tierras. Y así fue como el viejo logró amasar esas leguas y leguas de tierra, que hoy... Hoy, ni se sabe su valor  ̶ detalló Chochán.
Entre vino y vino, se fue la noche. El fuego ardía lento, sin brisa que la hiciera crecer. El silencio era total, sólo un búho cortaba esa quietud, de tanto en tanto. La primera guardia para vigilar le tocaba al Gringo, pero apenas se dieron vuelta los otros, cayó dormido también. "Estamos de licencia"  ̶ se dijo y cayó rendido, bajo la inmensa luna redonda.  
A la mañana siguiente, Chochán fue el primero en despertar. Aún no salía el sol pero su luz alumbraba un poco, lo suficiente, para ver unas huellas. Las huellas de su presa. Eran cuatro pares de pisadas. Puso su pie derecho sobre uno de ellas y comparó las dimensiones. "Te tengo" –dijo para sí. Y fue el inicio de la cacería, al menos para él. Miró para arriba buscando su estrella, a la que habitualmente se recomendaba, y no la encontró. Pocos minutos después se descalzó para darse un baño en las aguas del río. Tanteó entre unos follajes y sintió como algo punzante le atravesaba la piel del pie izquierdo. Sacó del agua el miembro y todo su cuerpo. No sangraba, pero el dolor era intenso. Esa punta de madera quedó incrustada en su pie y le molestó por años, sin curar nunca.
Gringo y Carpincho también despertaron e iniciaron las tareas para levantar el campamento. Carpincho arrimó un par de ramas para calentar agua para el mate.
Al terminar el desayuno revisaron sus reservas de agua, el estado de los caballos, las provisiones, el estado de las armas y las municiones. Contaban con una escopeta doble caño paralela 14 mm, una escopeta 16 mm superpuesta, una Remington 870 calibre 12, un revolver 38 y otro 45.   
Los aborígenes remontaban el curso de agua río arriba. Llevaban arcos, flechas y unas lanzas con los que atrapaban  peces. Cada tanto se cruzaban a la otra orilla, pues la profundidad en esa zona no era importante. Así se perdía el rastro por algunos kilómetros pero volvía a verse en la misma orilla más indicios de que estaban en la zona. Restos de pescado asado a las brazas. Unas ramas amontonadas con abundante follaje también a un costado del río, como para cubrirse, era un claro indicio que habían parado en la noche, tal cual ellos.
Poco a poco, estos hombres estuvieron cada vez, más cerca de sus objetivos.


IV
Cuando llegó la hora de la siesta del tercer día, el calor y los bichos estaban haciendo estragos en el grupo de cazadores, aunque estaban acostumbrados. El sol estaba quemando y eso los llevó a detenerse bajo la sombra de unos arbustos. Del otro lado del río, a unos quinientos metros, sus presas también detuvieron su marcha, sin saber que eran rastreados.
   Se tiraron los hombres de blanca piel, tostada por el sol, bajo la sombra y meditaron cuál sería el momento más oportuno para dar el golpe. El Chochán explicó así: "Durante la noche sería de lo más interesante, pues eso le agregaría un plus de emoción".
̶ No cabe duda de eso, pero los emboscados podríamos ser nosotros... ̶ sentenció Gringo.
No estuvieron de acuerdo enseguida, pasaría un rato hasta que llegó, al fin, la planeación concreta, para concluir con la cacería. Estaban a tiro, pero querían tiros limpios, perfectos, ni fáciles, ni ciento por ciento mortales, sino un punto medio.
Esa deliberación mantuvo a uno de ellos callado, pues entendía en esa discusión, la dimensión del asunto. Una cosa era matar a un delincuente que te apunta con un arma y actuar en consecuencia. Muy otra era provocar la muerte de un ser humano, como a esa hora se planteaba, sin una justificación.
Era cierto que en un primer momento del planteo la cosa fue aceptada sin dificultad; pero ante la inminencia de asunto, algo cambió. Sin embargo, nadie se echó para atrás. Nadie. "Cuando en el baile estás... – susurró chochán− bailás".
La tarde fue llegando a su fin, y con ella, el tiempo de estos bípedos seres. Irónicamente todo finalizó en medio de una atardecer rojo sangriento, tan bello, de nubes que adquirían ese color rojizo fueguino que se tornó, casi vertiginosamente, en un gris plúmbico, acerado, tan frío como el que se siente en estado de shock.
No hubo casi gritos, ni quejidos de aquellos bípedos seres, cuyas orejas fueron arrancadas de sus cabezas, como trofeos que, varias décadas después, siguen en manos de los cazadores.
Pedro Buda
                                                                                                                                      Walter H. Rotela  


Cacería en enero (Audiolibro) - 
CC by - 
Walter Hugo Rotela González 


   Escucha el audiolibro abajo

miércoles, 28 de octubre de 2015

Llamada urgente… de arriba

En plena tarde, con un mundo de gente circulando por las calles y veredas, donde todos andan rápido, a los gritos y haciendo señas y gestos agraviantes, que alguien hable por teléfono no llama, para nada, la atención. Pero… hay excepciones a la regla.
     Mientras los niños salían de la escuela pública, con sus moñas características a medio camino entre el prolijo nudo y totalmente sueltas, vi al padre de uno de ellos tomar su teléfono y contestar.
    Vestía ropa formal, traje negro, corbata y zapatos con cordones. Un típico hombre de oficina, de los que siempre están -o buscan mostrarse como- ocupados. Tomó el teléfono celular mientras acariciaba a su hijo que se despedía de la maestra, a quien saludó con la mano en alto y haciendo un gesto de aprobación con el pulgar.
     El hombre, traje negro, caminó unos pasos hacia la salida mientras su hijo se detuvo a jugar con los compañeros, a quienes sus padres aún no los habían venido a buscar y esperaban en el patio de la escuela. Entre feliz y sorprendido escuchaba atentamente lo que alguien, del otro lado de la línea, le decía.
    El hijo del hombre del traje negro siguió jugando, correteando por el patio, donde el busto del héroe nacional mantenía su mirada fija, atenta y vigilante.
    El padre del niño, un hombre joven, comenzó a dirigir sus pasos a la entrada del templo de la parroquia aledaña, que en esas horas dejaba oír las campanadas de invitación a la celebración de la misa diaria vespertina. Pareció titubear en el vano del ingreso al edificio de la iglesia. Finalmente, ingresó, y lo hizo con el celular encendido, funcionando mientras seguía con atención algo que le decían; al tiempo que se tapaba la boca con la mano como para disminuir el volumen de sus propias palabras. Su mirada se elevaba al cenit o hacia el interior de la edificación en un movimiento pendular. Esto duró por espacio de unos interminables cinco minutos.
    Miró al interior, se persignó, lo volvió a hacer y se rascó la cabeza mientras cabizbajo se dirigió a buscar a su hijo.
   Fue claro para mí lo que ocurría. El hombre había recibido una llamada urgente… de arriba. El cielo tiene muchos medios, y se adecua al desarrollo de su creación pues conoce mucho más de lo que el hombre ha llegado a descubrir. ¿Por qué el cielo no usaría celulares para comunicarse de ser necesario?

Identificador: 1510285635105 
Fecha de registro: 28-oct-2015 2:40 UTC



Walter  H. Rotela
Pedro Buda


sábado, 10 de octubre de 2015

Gracias a los cibernautas lectores

Desde esta entrada deseo decir "Gracias" a cada uno de los lectores que descargaron alguno de mis libros, desde la plataforma de Bubok, sea la de España, la de Argentina, Colombia o México. Hoy suman 222 descargas en total. 
Por otro lado, este año se imprimieron 50 ejemplares del texto sobre el "Coro Esperanza" y se vendieron. 
No es menos importante que algunos de los textos sueltos, cuentos cortos, se están leyendo en corto relatos 
Y bueno, también algunos cuentos sueltos se irán leyendo, seguramente, en las publicaciones literarias Túnel de letras (1) y Túnel de Letras (4) en la red de libros Trab@libros  y en otros sitios que aparecen comentados en la página Nuevos caminos de mis huellas, de este mismo blog. Como en otra revista literaria en versión digital que desapareció  de Internet Palabras Diversas, pero que, sin embargo, mientras estuvo en la red difundió material de muchos autores a nivel mundial de habla hispana. 
A tod@s gracias.








martes, 6 de octubre de 2015

Llegó tu hora

"Llegó tu hora"... es lo que Prudencio escuchó y no logró entender. Miró con extrañeza a la máquina de control de entradas y salidas del personal. Habitualmente, tras dejar la impresión digital, o más bien, tras el reconocimiento de la huella digital al comienzo del turno laboral, o al término del mismo, tras apoyar la yema del dedo sobre la pantallita, la máquina emitía un sonido pregrabado con la expresión: "Gracias".
El día 17, a las 17 horas, cuando finalizó su turno, Prudencio se acercó a la máquina, como de costumbre. Apoyó el pulgar y le sorprendió lo que escuchó. "Llegó tu hora". No lo creyó. Se alejó 17 pasos, más o menos, y se desplomó, cual presa que cae fulminante ante la bala del cazador.
Pedro  Buda

2015 
*Gracias Yanvira por brindarme inspiración, letra, o como quieras llamarlo. 


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