domingo, 31 de mayo de 2015

Universo La Maga - Nota informativa

Esta entrada es para compartir una entrada del sitio de Universo La Maga donde aparece una nota informativa sobre mi actividad como escritor junto a información de otro escritor emergente
Les dejo estimados lectores de este blog la imagen también del sitio. 
Desde esta entrada deseo agradecer a los responsables del sitio por darle difusión a mis trabajos literarios. Es muy agradable que existan personas que brinden su tiempo para difundir las obras, los trabajos de otras personas. Gracias gente de Universo La Maga, especialmente a Kike Hernández que envió el correo informándome de la publicación. 


martes, 26 de mayo de 2015

El Taller


   La luz entraba por la puerta del fondo, por la abertura del norte, pues había otra al sur. El sol, en la mañana, se colaba por entre las hojas del parral y subía la escalera para llegar al suelo del taller.         Como el sol, el hombre veterano con su bastón subía. Paso por paso ascendían, uno y otro, hasta llegar al interior del recinto donde desarrollaba su actividad como mecánico tornero, desde hacía demasiado tiempo, treinta y largos –quizás- cuarenta años.
   Cada mañana, se levantaba temprano, justo después que los gallos y gallinas del corral saludaban al sol, iniciando su acostumbrada rutina matinal. Su esposa acudía a la cocina y ponía el agua a calentar.    Era el inicio de su propia rutina, dentro de su reino. Pues cada miembro del matrimonio tenía sus dominios y respetaban los límites de cada cual.
   Don Jorge la seguía un rato después, no más de diez minutos después. Si estaba frío arrimaba algunas leñas a las brazas de la estufa aún encendidas y volvía a templarse un poco el hogar.
   Doña Írida se colocaba el grueso chal marrón de vicuña y salía al patio. Miraba el estado de sus plantas, saludaba a los animales y les daba de comer. Cada mañana miraba por primera vez a sus orquídeas, las que eran su orgullo dentro de su jardín. Sin embargo, tenía un montón de plantas, muchas con flores vistosas; otras cuyas hojas eran extrañas, llamativas. El jardín surgía de entre las piedras de la ladera de la colina donde estaba construida la casa y el taller.
   Don Jorge meditaba cada día sobre los tiempos que corrían. Buscaba soluciones y las encontraba, de una u otra forma. Tanto hurgaba en sus pensamientos como se encomendaba a Dios. Un tipo creyente, conocedor de los ministerios y misterios de la fe. Formado en los talleres de una de las congregaciones más conocidas del Monrou, palpó de cerca la vida de los religiosos, asimiló sus costumbres, creencias y filosofía de vida.
   Con el mate pronto y unas galletas de campaña iniciaban el día, Jorge e Írida. Sentados frente a la estufa hundían la mirada en el fuego por un rato, cada tanto surgían algunas palabras, pero su comunicación se daba de otro modo, en sus miradas, en gestos, en acciones compartidas, para lo que no necesitaba decir nada, pues existían acuerdos de muchos años. Entre estos que,  ella se ocupaba de la casa, y él del taller. Las plantas eran regadas, podadas y cuidada de toda alimaña habida. Él se ocupaba de podar el parral en la fecha acostumbrada, de fumigar y hacerle todas las curaciones requeridas para su buen desarrollo. Cada parral era casi como un hijo más. Aunque tenían 3, siempre había lugar para alguien más, para criar a algún animalito o planta.
   Cada año, al cosechar las uvas don Jorge hacía vino que luego compartía con amigos y la familia, con conocedores del tema. Pues buscaba mejorar su producto. Lo cierto es que pocos conocían el verdadero cuidado que lleva el parral, y entonces, una pregunta que tenía en sus momentos de cavilaciones era "¿quién se ocupará del parral después de mi última puesta de sol?"
   Cuando el sol nacía, sin embargo, en cada mañana, él podía ver su ascenso por la escalera que llevaba a su taller. Cuando llegaba al segundo escalón era hora de subir también él. Don Jorge se preparaba para iniciar su actividad en el taller. Subía lentamente pero con agilidad, despacio pero sin temor, cuidando cada paso como cada palabra dicha. La inteligencia, creía él, podía medirse por el uso de la palabra exacta, en el momento adecuado. Como quien escribe poemas, él cuidaba cada frase, mirando a su interlocutor, escuchándolo.   
   Jorge guardaba cuantiosos recuerdos de su juventud, los cuidaba como correspondía a un tesoro. Esa riqueza tenía la forma física de álbumes de fotografías. De él surgían no imágenes, como simplemente se podría apreciar, sino cientos de anécdotas, historias, vivencias que conformaban no solo su pasado, sino su presente. La tranquilidad y quietud del pueblo era compensada con el vívido recuerdo de los años pasados en la capital.
   El taller era su lugar de trabajo, el sitio donde reparaba máquinas rotas, engranajes, donde le daba forma a las ideas. Aquellos pensamientos, esas soluciones a tantas cuestiones tomaban cuerpo en ese contexto, entre máquinas y herramientas. "La precisión lo es todo, en este trabajo" –decía. Por eso, cuando la vista le daba lo último de sus posibilidades decidió dejar que otro siga su camino. Había sido tornero del pueblo, el único, por muchos años. Pero hacía poco un joven artesano como él, se había instalado también en el pueblo. Ambos compartían clientes, pero después de un tiempo don Jorge comenzó a recomendarlo para casi cada trabajo que le ofrecían, pues no podía cumplir con muchos de los trabajos, debido a la pérdida de la calidad de la visión.
   El taller había sido su vida, su refugio, su pasatiempo. Incluso hay una foto, en su añejo álbum de fotografías, que registra el frente de su taller donde don Jorge comparte sus fotografías y anécdotas con amigos. Era el acceso para clientes y amigos.
   Nunca se vio en el frente un letrero, pero todo el mundo en el pueblo sabía donde quedaba el taller de don Jorge. Cada trabajo era también una oportunidad para charlar con alguien, pero también podía transformarse en una conversación, en la discusión de un tema importante. En su comunicación alternaba el humor, la picardía, el comentario correcto, fundado. "En la precisión está la inteligencia" –solía repetir.
   El taller se ubicaba a mitad de camino entre el club de arriba y el club de abajo, casi en el centro de la capital del oro. Don Jorge como doña Írida vieron pasar a muchos buscadores de oro, conocieron a extranjeros con alta capacitación y a obreros con músculos de hierro que se adentraban en las minas en busca del preciado metal.
   Hoy nada queda del taller, solo una pintura al óleo realizada sobre madera balsa de los que se usan para contener motores, como aquellos cuyas piezas don Jorge reparaba. En el reverso de la pintura se lee "FRÁGIL", quizás como un guiño del creador que insinúa sobre la fragilidad del recuerdo, de las cosas, de la vida, sobre lo imparable del transcurrir del tiempo. Ese tiempo que buscamos recortar, detener, fijar en fotografías, grabados o en la escritura de un cuento.
Pedro Buda 2012 
SAFE CREATIVE
Identificador: 1505264179763
Fecha de registro: 26-may-2015 22:59 UTC
       Autor: Walter Hugo Rotela González 

sábado, 23 de mayo de 2015

Coro Esperanza - 1985 -2015 30 años de actuaciones en Bubok

Comparto con los seguidores, amigos y lectores ocasionales de este blog la publicación en Bubok de mi último libro "Coro Esperanza 1985 -2015 30 años de actuaciones" en formato de archivo .pdf  e impreso en papel.

Aclaración: La descarga del libro  en formato de archivo .pdf es gratuita. 


viernes, 22 de mayo de 2015

Relatos cortos en Corto relatos

Corto Relatos  Mis cuentos desde el 20 de mayo también aparecen publicados en ese sitio. Los invito a visitarlo, parece interesante. Hay un poco de todo.


domingo, 17 de mayo de 2015

Escritores en Formosa

Hace pocos días atrás tuve la oportunidad de ser contactado por el señor Rodrigo Villalba Rojas, quien se desempeña como docente en el nivel secundario en la ciudad de Formosa. Además lleva adelante varios proyectos relacionados con la cultura. Entre ellos está la creación de una suerte de diccionario de escritores en Formosa, sean residentes o nacidos en la provincia.   
Tras contactarme ha publicado datos sobre mi trabajo literario y desde esta entrada deseo agradecerle por el trabajo que está llevando adelante. Muestra el trabajo de tantos formoseños o residentes que comparten este hábito llamado escritura, creación literaria, jugar con la imaginación o narrar lo que nos toca ver en el mundo. 
Rodrigo Villalba también es responsable de otro blog Donde estés, en la sala

Otro blog es Malas cosa quedan quietas

También a cargo de Rodrigo Villalba Resultados en Letras

El blog sobre escritores se llama ESCRITORES EN FORMOSA





sábado, 16 de mayo de 2015

EL RUGIR DE UN JEEP


 
EL RUGIR DE UN JEEP - 
CC by - 
Walter Hugo Rotela González 




El 1° de mayo fuimos con unos amigos a pescar a un lago artificial, cerca de un pueblo al que llaman Serrano.
El día se presentó espléndido, soleado pero fresco y sin nada de viento. Fuimos en auto hasta las cercanías. Solicitamos permiso a un encargado del campo donde está el espejo de agua. Así lo llamó uno de los amigos que fuimos, pues realmente estaba la superficie muy quieta y era tal cual un espejo. El lugar es una represa, de un lado el lago y del otro casi un hilo de agua, aunque no tanto.
 Hace unos cuarenta años atrás, más o menos, la represa abastecía de energía a un complejo industrial, una fábrica de azúcar, pero cayó en desuso al cerrarse la industria.  Gracias a la fábrica se construyó la represa, de lo contrario la zona no hubiese conocido la luz eléctrica. Pero fue sino hace poco, cuando la luz vino para quedarse. Llegó después de varios trámites burocráticos, pedidos, juntas de firmas y demás. El lago tiene en su zona más profunda unos 12 metros. 
 Decidimos que no sólo estaríamos ese día, sino que permaneceríamos hasta el siguiente atardecer. Al principio la pesca no fue muy buena, pero al llegar la nochecita, con la caída del sol, todo cambió. Unos pescados de buen peso se dejaron atrapar y terminaron en la parrilla esa misma noche. El vino estaba sin tocar, así que la noche empezó con brindis.
Cuando fueron las dos de la madrugada, un poco antes en realidad, escuchamos algo. Los árboles de la zona que rodean al lago y la gran extensión de campo que se extiende en subida hacia afuera del lago, conforman casi un anfiteatro natural. Cualquier sonido aparece amplificado, magnificado exponencialmente.
Lo que oímos parecía el sonido de un motor en marcha. Uno de mis amigos que es mecánico comentó: "Es como el motor de un Jeep".  Al ruido siguió un espeso silencio, incómodo. Como un cuarto de hora después volvimos a escuchar el mismo ruido.
Juan José, mi amigo mecánico, tomó la palabra nuevamente: "Es el rugir de un Jeep, no hay dudas..."
̶  No se ven luces por ningún lado  ̶ comenté.
̶ Debe ser de la ruta... Pero está lejos. No sé, no sé  ̶ dijo Luis, que conocía muy bien el lugar y también algunos rumores sobre la zona donde decidimos acampar. Él nos contó, recién en ese instante, que en las noches oscuras de la historia del país, allí fueron a parar algunos jóvenes. De los que nunca más se supo.
  Casi a las 3 de mañana, mientras terminábamos de comer los sabrosos pescados a la parrilla, volvimos a escuchar el ruido. Solo que un poco más fuerte, un poco más nítido. Todos, absolutamente todos, estuvimos de acuerdo en que el sonido era de un motor, un motor de Jeep. Esto lo pudimos asegurar puesto que unos de los muchachos buscó en Internet con su celular y lo reprodujo. Era exactamente el ruido que oíamos.
Aburridos, después de un intervalo de silencio, decidimos encender unos cigarros y la pipa que trajo uno de los muchachos. Una vieja pipa de un abuelo suyo. El perfume achocolatado de tabaco inundó la atmósfera. Hicimos bromas sobre el origen de aquel ruido en la tranquilidad de la noche, solo por momentos, interrumpida por el ulular de algún búho y algunos ruidos de corridas entre los pastos que intuimos eran de algún pequeño animal. Y de repente, otra vez, el motor rugiendo.
Escuchar con atención fue el modo que elegimos de pasar el tiempo por el resto de la madrugada. Todos retiramos las líneas de pesca. Nos reunimos en derredor del fuego, que ardía tranquilo provocando sombras a nuestras espaldas sobre la masa informe de los árboles. El crepitar de la leña parecía marcar el tiempo, que transcurría como en cámara lenta.
El rugido volvió a eso de las 4:25 horas. Nos sorprendió nuevamente, aunque no era la primera vez que lo escuchábamos. Lo extraño de esta vez fue que pareció surgir del interior del lago. Donde creímos, también, ver el destello de una luz. Pero nos convencimos de que no podía ser. Supusimos que, en realidad, el vino, la acústica particular del lugar y el cansancio nos jugaba una mala pasada.
                                                                                                                                    Pedro Buda 2015  

viernes, 15 de mayo de 2015

LA GRUTA GEMELA

Relato sobre extraños fenómenos que se dan en un grupo de grutas pero sobre las cuales pocos saben y quien lo conoce prefiere no comentar.
Código: 1505144089724
Fecha 14-may-2015 16:37 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution 3.0



Hace poco tiempo atrás, de esto hará unos cuatro o cinco meses, visité una zona de cerros chatos donde, en una de sus laderas, se formaron unas grutas. Una de ellas está abierta al público, otras permanecen sin aparente visitas. Al punto que ni el dueño de los campos se aproxima. Sobre ella me referiré en un rato, pero primero deseo contar sobre la primera gruta que conocí y fotografié: la gruta abierta a la visita del público.
 En la gruta de acceso libre puede verse, en una de las paredes interiores de la cara cóncava de la masa rocosa, una suerte de imagen. Es algo similar a la representación de un humano pero con un aspecto más alargado, tanto en sus extremidades como en su tronco o cuello. Son como manchas, apenas un poco más oscuras que el resto de la superficie rocosa.
  La vegetación es importante en un sector particular de la ladera, y solo en esa zona. La cima es casi una planicie rocosa, apenas cubierta en porciones por un pasto amarillento, ralo. La tierra se compacta entre grietas de la piedra y de allí surgen formas de vida vegetal.
Observé, varias veces, las fotografías registradas en tan hermoso entorno. Me intrigaba particularmente la imagen que parecía la figura de un humano. Ese fue el motivo por el cual le acerqué las fotos a un amigo docente de la facultad de arqueología. A él también le pareció interesante y me propuso visitar el lugar nuevamente, pero juntos y además, visitar la otra u otras grutas. Él conocía al dueño de los campos y logró contactarlo.
Visitamos la gruta de acceso público durante una mañana, hace una semana atrás. Nos detuvimos a mirar con cuidado la zona antes registrada por mi cámara. Todo estaba igual.
 Pasado el medio día nos dirigimos hacia la otra gruta, pero no pudimos acceder sino hasta la tardecita, puesto que la autorización no había llegado del capataz al encargado del puesto. Se precisó una llamada al celular del dueño por parte de mi amigo el profesor. El encargado del puesto de estancia no había recibido la comunicación sobre nuestra visita, pero al escuchar la voz del dueño, respondió que con gusto nos llevaría hasta el pie del cerro.
Por momentos la señal de los celulares se cortaba. Lo cierto es que al cabo de un par de horas estábamos a los pies del cerro. Tuvimos que subir muy despacio. En una sección esto implicó el uso de arnés de seguridad y cuerdas. Una aventura a la que no estoy acostumbrado pero el entusiasmo era inmenso.
El ingreso a la zona de la cueva fue dificultoso pero la belleza superó mis expectativas. Es mayor en tamaño, en variedad de colores visibles, de entrada de luz y en una serie de aspectos más, como la rica variedad vegetal que tapiza algunas zonas de la ladera por donde accedimos. Una pequeña fuente de agua que desfila fría y permanente me motivó a seguirla, corriente arriba. El delgado curso se perdía al interior de la cueva, en medio de una grieta de reducidas dimensiones. La semejanza con la otra gruta era llamativa. Como esculpidas en serie y por un mismo cincel.    
En determinado momento, cansados, miramos hacia la parte superior y notamos una abertura, similar a la otra cueva. Pero en esta pudimos ver no la luz del día como en la otra, sino las estrellas, pues la noche cubría como un manto todo aquel lugar. La tarde había pasado rápido y en pleno otoño, la oscuridad se impone sobre las seis y poco más. Así nos dimos cuenta que el reloj marcaba la siete.      


Finalmente, optamos por pernoctar allí. Nuestro baqueano guía, el puestero, traía algunas cosas para asar. Entendió claramente que aquello nos llevaría más tiempo del que pensamos en un primer momento. El silencio era como un manto que todo lo cubría. Las estrellas estaban en lo alto, visibles por aquella superficie excavada en el techo de la cueva. Pero también en la abertura amplia de la entrada que miraba al sur podía visualizarse el firmamento, la extensión de la vía láctea.
Armamos campamento a un lado de la cueva, debajo de su entrada. Fotografiamos las paredes y nos quedamos conversando hasta tarde. Estaban cubiertas, como las paredes de la otra cueva, por figuras con aspecto humano, aunque alargados.
Sobre las tres de la madrugada nos quedamos sin Internet, sin señal en los teléfonos. Estábamos subiendo las fotografías y se cortó todo.
Había una gran piedra, igual qe en la otra cueva, justo en el medio de la misma, debajo de la superficie abierta en el techo.
Súbitamente, una potente luz se coló por la abertura cenital de la cueva. Provenía del exterior del cerro, por fuera de la concavidad de la cueva, claramente como la luz del sol que entraba en la tarde y desde el medio día. Sin embargo, eran las tres de la mañana.
Se nos ocurrió que la potencia de la luz era como la de un reflector de un helicóptero, sin embargo ningún ruido de las aspas o motor se oía, sino un silencio total. No escuchábamos grillos u otro sonido que es habitual.
Una particularidad de la luz que notamos, solo al superar nuestra sorpresa primera, fue que la misma se proyectaba en haces muy unidos que seguían un patrón en forma de espiral. Se proyectaban los haces sobre la superficie de la piedra debajo de la abertura cenital, desde donde provenían los haces. La luz era de un color blanca al comienzo pero luego viró al azul, después al verde y finalmente al rojo. Todo eso duró quizás tres minutos o cuatro, más o menos. Finalmente el haz de luz despareció y estábamos como cegados. Ningún ruido, ningún movimiento, solo la luz. La luz proyectándose sobre la roca del medio de la cueva.
Al cabo de un rato, tras el apagón de las señales de teléfono todo volvió a la normalidad. Los ruidos típicos, los casi silbidos de algunos insectos y aves del campo se instalaron y casi nos ensordecen por casi una media hora, luego, poco a poco, se apaciguaron las emisiones sonoras.
Afuera de la cueva, a hasta donde nuestra vista lograba captar desde la altura donde se encuentra la entrada a la cueva, en la ladera del cerro, nada parecía anormal, nada parecía haber cambiado, y quizás nada debía hacerlo, pero buscábamos una suerte de explicación.
El puestero fue el primero en decir algo.
̶   ¿De dónde vino esa luz?  Nunca había visto una tan grande.
̶  ¿Cómo dice? -Le preguntó mi amigo, el profesor. ¿Acaso alguna vez vio alguna luz así en la zona?
̶  Parecida, pero no tan brillante. Hace unos años, cuando vinimos con el patrón. Pero no volvimos a subir en todos estos años...
̶ ¿ Quién y por qué emitió esa luz? Pregunté, sin esperar respuesta de parte de nadie.
̶ ¿ Por qué esta gruta se parece tanto a la otra? –Comentó el profesor, rascándose la barbilla. Creo que quizás el dueño de los campos algo sabe y... o quizás su experiencia fue fuerte y prefirió no indagar más.
̶  ¿ Y por qué nos dejó subir? –Pregunté muy rápido.
̶ Me conoce bien.  Hace muchos años fue alumno mio. Sabe como soy.
̶ Persistente, sí. Lo entiendo  ̶ dije con una sonrisa que terminó en una carcajada compartida.
̶  Yo diría que porfiado, pero no importa. Eso nos lleva a conocer ¿no? –Respondió el docente, que con cara de cansado consideró que era tiempo de descansar.
Lo que nos dio una alegría enorme fue que, por descuido nuestro y en buena hora, una de las tres cámaras seguía grabando. Todo el fenómeno quedó registrado. Un golpe de suerte.
Pedro Buda
2015
  

domingo, 3 de mayo de 2015

Gratitud

Hoy quiero usar este espacio, esta entrada para agradecer a los cybernautas, a los amigos, a los que andan en la red y ven tanto este blog, como los otros blogs relacionados o las cuentas de las redes sociales y que hacen posible lo que muestra la imagen más abajo. Posicionan a Pedro Buda, lo que entiendo y considero como mi marca, mi firma como escritor o seudónimo, mi punto final al cierre de cada historia de ficción que ve la luz en la red.
Gracias por estar ahí, aquí, al lado, compartiendo mis huellas. Es un placer que caminemos juntos.
Pedro Buda


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